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Si me ha pisado el corazón, es porque me he empeñado en ponerlo debajo de sus pies. ¿Había de ser forzoso que usted se enamorase de ?... Estas cosas no dependen de la voluntad... son fatales... El amor rara vez encuentra al amor en este mundo... ¿Por qué he de ser yo la excepción y no la regla?... No se preocupe usted por ni se aflija... Después de todo, las heridas que no matan de repente suelen cicatrizarse... La vida es un conjunto de lágrimas y quebrantos donde sólo muy pocos seres privilegiados recogen algunas flores.

Ahora bien; ¿qué imposibilidad habría en que el Conde se enamorase resueltamente de Inesita y se casase con ella? Más desiguales casamientos se han visto y se ven todos los días. Con un poco de fortuna y con la rara discreción de que doña Beatriz se juzgaba dotada, bien podría casar a Inesita con el Conde. Inesita era, como ya se ha dicho, una criatura adorable.

Conocía harto bien el grande sacrificio en que por amor mío mi buen esposo se empeñaba, y gran parte hubiera sido esto para que yo me enamorase de él, que Dios me ha dado buena alma y agradecida; pero no es el amor cosa que cuando se quiere se tiene, ni hay tienda donde se compre, ni lugar donde se le busque; que él viene cuando menos se le espera y en el alma se nos entra, y la avasalla, y prenda nos hace, no de aquel a quien hemos buscado, sino del que Dios ha querido que venga para hacerse dueño de nuestra vida y de nuestra alma en un solo punto; que el amor viene del cielo cuando menos se le espera, y porque es aliento de Dios, es coma Dios divino, y logrado cuanta gloria puede haber en la tierra.

Acaso no sea yo mejor que el último mozo de cordel de Madrid, ora física, ora intelectual, ora moralmente considerado, y con todo, suponiéndome soltero, cualquiera linda dama podría tener aún el capricho de enamorarse de , sin que nadie lo censurara; pero, si del mozo de cordel se enamorase, todo el mundo tendría esta pasión por una extravagancia o por una locura.

Seriamente no es lícito afirmar que Rafaela se enamorase de D. Joaquín; pero puede, y debe afirmarse, que le cobró grande amistad y le estimó en mucho, considerándole casi un genio para todo aquello que a la crematística se refiere. Y como se lo decía, dándole encarecidas alabanzas, le adulaba, le enamoraba y le animaba a la vez, todo sin el menor artificio.

Visto por él lo cual, y que yo estaba ya crecida y hecha una mujer, y que en el monasterio estaba de ojos, luego de él sacome y llevome a una casa noblemente alhajada, en que para servirme había una respetable dueña, o más bien aya, señora viuda, de grande virtud, honestidad y entendimiento, con otras doncellas y criados; y carrozas y sillas de mano, todo como había de ser, teniendo en cuenta mi grande hacienda y la clara nobleza de mi linaje; y él, para evitar murmuraciones, fuese a otra casa, y no me veía más que al día breves momentos, y aun así, tratándome con un tal respeto y encogimiento, y de una manera tan avarienta mirándome, aunque lo disimulaba, que puesto que yo no entendía de amores, por barrunto conocí que él de estaba enamorado, y que por su edad y sus achaques, que le hacían parecer más viejo que lo que en realidad lo era, a declararme sus amorosos sentimientos no se atrevía; muy por el contrario, mandaba a doña Agueda me llevase a cuantos divertimientos podía yo concurrir honestamente, y en esto veía yo que él buscaba que, conociendo el mundo y tratándome con él, de algún caballero que de fuese digno me enamorase, para con él casarme.

¡Eh! acertádolo habéis; tenéis razón... he sido torpe, porque no he podido prever que la tal ninfa se enamorase de tal modo de vos. ¡Milagro! apuesto á que hacéis de ella una Magdalena; aunque os lo repito, estoy seguro de que habéis cometido una torpeza... seréis capaz de haberla dicho que herísteis á don Rodrigo. Pues os habéis equivocado de medio á medio. ¿Pues quién ha sido?

Y en efecto, para perder el juicio era lo que a Cervantes le acontecía; que por más que él hubiese confiado en su hasta entonces buena fortuna con las mujeres; por más que grato asombro y anhelo hubiese visto en las miradas y en el semblante de doña Guiomar, cuando pasajeramente se la había aparecido, habíale puesto en grandes cuidados y confusiones el considerar que una dama tan principal y tan rica, como doña Guiomar lo parecía, y tan celestialmente hermosa, y tan en el tiempo, por su lozana juventud, de los amorosos y soñados deseos, tener debía quien la sirviese y enamorase, y tal vez tratado de casar con ella estuviese, máxime viviendo en la populosa y opulenta Sevilla, patria y asiento de tanto rico, noble y galán caballero; allí donde todo, el cielo y la tierra, el sol ardiente y la hermosura y la frondosidad de los árboles, y las limpias aguas, a amar convidan.

El argumento de esta comedia, fundado en una novela de Bandelo, aunque sin seguirla servilmente, es como sigue: Enamórase una princesa de Dinamarca del príncipe español Dulcelirio, que reside en la corte de su padre, y le entrega, para memoria suya, una sortija al despedirse para regresar á su patria.

¡Pero Dorotea le ama! exclamó con cierta celosa impaciencia Lerma. Con toda su alma, con toda su vida, de tal modo, que si le pierde muere. ¿Pero qué se proponía Quevedo al hacer conocer á Dorotea ese hombre? Que se enamorase de él, y lo consiguió. Pero no entiendo el objeto de Quevedo al pretender que Dorotea se enamorase de ese hombre. Estás cada día más torpe, duque.