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Esa vez me defendí como estaba en mi derecho, porque fueron a prenderme de noche y en campo abierto: se me acercaron con armas, y, sin darme voz de preso, me amenazaron a gritos de un modo que daba miedo, que iban a arreglar mis cuentas, tratándome de matrero: y no era el jefe el que hablaba sino un cualquiera de entre ellos, y ése, me parece a mí no es modo de hacer arreglos, ni con el que es inocente, ni con el culpable menos. -Con semejantes noticias yo me puse muy contento y me presenté ande quiera como otros pueden hacerlo.
Con mucho gusto, y con más razón porque me asocio a tus elogios. Nuestra Blanca gana todos los días con su contacto de usted, señorita. Mi deseo es que sea digna de tal modelo... Me hace usted demasiado honor, caballero; la tarea estaba casi acabada y Blanca hace que mi papel sea muy fácil tratándome como amiga...
No sino que el menguado me quitó cuanta ropa llevaba puesta dejándome en gregüescos y después me enjaretó este sayal blanco, quedándome yo aquí corrido y sin atreverme á volver al pueblo y mucho menos á presentarme á mi mujer, que si me ve en esta guisa pondrá el grito en el cielo, tratándome de borracho y correntón.
Pero Juana, poniéndose delante: No, se lo suplico, no se vaya aún... ¡si supiese usted lo que es para una mujer... que ha sufrido, que a más ha luchado... resistido, pero que al fin ha permanecido honesta, pura, fiel, y que se ve no sólo sospechada, sino más todavía, condenada, castigada con este cúmulo de injusticia y de dureza! ¡Si supiese usted lo que pasa entonces por la cabeza de esta desgraciada! ¡Si supiese usted lo que podría hacer de mí, aunque no me agradezca nada tratándome... de imprudente, cuando más, como si fuese la causa de todo!
Confuso, bajó el joven la cabeza y replicó hoscamente: ¿Con qué derecho me interroga usted? Con el derecho que usted me ha dado tratándome como rival a quien se detesta... Su antipatía no puede explicarse sino por la ceguera de los celos, y por esta misma razón le repito que está usted enamorado de la señora Liénard. ¿Se burla usted de mí? murmuró Simón esquivando la mirada de Delaberge.
351 Colijo que jué por eso que me llamó el juez un día, y me dijo que quería hacerme a su lao venir, y que dentrase a servir de soldao de polecía. 352 Y me largó una proclama tratándome de valiente; que yo era un hombre decente, y que dende aquel momento me nombraba de sargento pa que mandara la gente. 353 Ansí estuve en la partida, pero ¿qué había de mandar?
Visto por él lo cual, y que yo estaba ya crecida y hecha una mujer, y que en el monasterio estaba de ojos, luego de él sacome y llevome a una casa noblemente alhajada, en que para servirme había una respetable dueña, o más bien aya, señora viuda, de grande virtud, honestidad y entendimiento, con otras doncellas y criados; y carrozas y sillas de mano, todo como había de ser, teniendo en cuenta mi grande hacienda y la clara nobleza de mi linaje; y él, para evitar murmuraciones, fuese a otra casa, y no me veía más que al día breves momentos, y aun así, tratándome con un tal respeto y encogimiento, y de una manera tan avarienta mirándome, aunque lo disimulaba, que puesto que yo no entendía de amores, por barrunto conocí que él de mí estaba enamorado, y que por su edad y sus achaques, que le hacían parecer más viejo que lo que en realidad lo era, a declararme sus amorosos sentimientos no se atrevía; muy por el contrario, mandaba a doña Agueda me llevase a cuantos divertimientos podía yo concurrir honestamente, y en esto veía yo que él buscaba que, conociendo el mundo y tratándome con él, de algún caballero que de mí fuese digno me enamorase, para con él casarme.
Palabra del Dia
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