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Se le adulaba, como si sus antecedentes no se conocieran o quizá porque se conocían; entre don Raimundo y él, igualmente criminales y condenados a la misma pena por la opinión pública, había una capitalísima diferencia: la que existe entre el ladrón y el ratero, no porque el portugués se contentara con pequeños robos al por menor, que era un pez de primera magnitud, sino porque ante las hazañas de don Bernardino, quedábase en mantillas.

En el último tercio del mes se presentaba casi todos los días en el claustro para ablandar con sus ruegos al Vara de plata y decidirle a un préstamo de unas cuantas pesetas. Adulaba a Mariquita, que no podía mostrarse esquiva con él a pesar de su sotana.

Todos los vagos ensueños de amor, todas las palabras dulces, todos los regalos del alma se ofrecieron de repente a su fantasía, no ya cifrados en un ser ideal y aéreo, creación imaginaria, sino aplicados y consagrados al amor de una persona real y llena de vida, cuyas excelentes prendas se complacía en reconocer y cuyo afecto hacia ella adulaba su orgullo.

Araceli le dirigía las miradas más incendiarias y explosivas de su variado repertorio, le adulaba, le mimaba, le aturdía con el ruido de su charla insinuante, hacía, en suma, esfuerzos prodigiosos por acapararle y hacerle suyo con exclusión del resto de la sociedad.

¡Qué ha de poder! respondió Bismarck, que en el campanario adulaba a Celedonio y en la calle le trataba a puntapiés y le arrancaba a viva fuerza las llaves para subir a tocar las oraciones . pués más que toos los delanteros, menos yo. Porque echas la zancadilla, mainate, y eres más grande.... Mia, chico, ¿quiés que l'atice al señor Magistral que entra ahora? ¿Le conoces desde ahí?

Más de una docena de veces, cuando la despreciaba insultándola, o luego la adulaba, para después amenazarla, y por fin aparentaba un afecto repelente, me sentí impelido por el deseo de abalanzarme sobre él y darle una buena y sana lección.

Todo el mundo sabía que era pobre, y él distaba infinito de ocultarlo, aunque nunca se lamentaba de su pobreza. No adulaba a nadie, pero no hablaba mal de nadie tampoco. Estaba lleno de ingénita benignidad y de natural indulgencia.

Creí que toda beldad perecedera, que toda bondad de las criaturas, que toda gracia, que toda luz, no sería a mis ojos sino reflejo débil y frío de la beldad, de la bondad, de la gracia y de la luz eternas, cuyos fulgores imaginaba entrever, en cuyas llamas me complacía en sentir ardiendo mi corazón. ¡Cómo me adulaba el espíritu tentador a fin de hacerme caer! ¡Cuán astutamente me engañaba! ¡Cuán ciega confianza fue la mía al principio!

La soberbia se sobreponía en aquel instante a todo sentimiento afectuoso en el corazón de Clementina. Pronunció aquel bastante en un tono que daba frío. Las dos amigas, al cabo de unos minutos, se entendían perfectamente. Pepa, afectando siempre desenfado, adulaba de todos los modos posibles a su amiga, como hermosa, como rica, como elegante.

Y eso que el artista no adulaba en modo alguno al personaje retratado, ni pretendía haber descubierto ninguna Arcadia ignota; antes consistía gran parte de su fuerza en sacar oro de la escoria y lágrimas del fango, haciendo que por la miseria atravesase un rayo de luz, que descubría en ella joyas ignoradas.