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Inútiles los ruegos de Nélida cuando, al volver en la madrugada, intentó ablandar a su hermano llamando a la puerta de su camarote. Se fingía dormido. Y ella había pasado el resto de la noche en una silla del comedor, a obscuras, invisible para los de la banda, que andaban divididos de un lado a otro con la agitación de la pelea reciente.

Aun creía la infeliz que sus ruegos podían ablandar á aquellos dos energúmenos de corazón empedernido por el hastío, la insociabilidad y la amargura de una vida claustral. Aun les suplicó: otra vez se volvió á arrodillar delante de María de la Paz, y le tomó las manos, aquellas manos nacidas sin duda para un puñal.

A reducir á estos bárbaros á vida política y cristiana, encaminaron sus designios, desde los principios del siglo pasado, los apostólicos Padres Manuel de Ortega, Martín del Campo, Diego Martínez, y sucesivamente otros; pero por más industrias de que se valió su ardiente celo, jamás pudieron ablandar la dureza de corazones tan obstinados, ni domesticar la ferocidad de ánimos tan salvajes, causa porque los abandonaron, como tierra en que se ha derramado inútilmente el grano Evangélico, para emplear sus fatigas en país que correspondiese á su cultura, con fruto más digno de sus trabajos; hasta que el año de 1686, habiendo ido dos Misioneros de esta provincia á ejercitar los ministerios de nuestra Apostólica Vocación á Tierra de Tarija, hicieron eco en aquellos desiertos las maravillas que obraba la divina palabra en las costumbres bien rotas y perdidas de aquella tierra.

Las escenas, en que se presenta, intentando ablandar el duro corazón del delincuente, respiran tan tierno sentimiento religioso, son tan profundas y llenas de evangélica unción, y contrastan tan admirablemente con el horror de las escenas más próximas para aumentar el efecto poético, que quizás haya pocas comparables á ellas en el vasto imperio de la poesía.

Las virtudes del Infante habían excitado la admiración de sus enemigos, pero sin ablandar por eso sus rigores. La Clede, Histoire du Portugal. V. también á H. Schulze, Del Príncipe constante, de Calderón: Weimar, 1811. «¡Qué poesía! ¡No nos cansamos nunca de leerla y admirarla!

Clementina las escuchó en la misma actitud altanera. No se dejó ablandar hasta que le contempló bien humillado, pidiéndole de rodillas, como precioso favor, aquel mismo arreglo que hacía un instante había calificado de infamia y asquerosidad. Por aquellos días la dama experimentó una rabieta tan viva que estuvo a punto de enfermar. Y no le faltó motivo.

En vano Tablas llenaba de aguardiente los cuerpos de uno y otro mandadero, sin olvidar la conquista de los alcaides por medio de merendonas y duros; en vano se hacían trabajos en esfera, más alta, dirigidos a ablandar o corromper a sujetos de mayor categoría. Tantos esfuerzos reunidos dieron al fin el resultado feliz que todos deseaban; pero hay indicios seguros de que el Sr.

Parto de su fecundo ingenio es una glosa del primer verso de aquella redondilla, tan estravagante por el falsisimo pensamiento con que está cerrada i que dice así: Lágrimas que no pudieron tanta dureza ablandar, yo las volveré á la mar, pues que de la mar salieron. =Glosa hecha por Beltran.=

Por la intercesión de San Francisco el devoto pide a Dios que: "Yo sujete en un todo mis desordenadas pasiones, potencias y sentidos," para que "yo pueda reducir mis pensamientos, medir mis palabras y dirigir mis obras a la mayor perfección," y "que te dignes ablandar la dureza de mi corazón."

No pueden prometimientos Ablandar su duro pecho; Veme en lagrimas deshecho, Y ofrece siempre á los vientos Quantos servicios la he hecho. No echa de ver su ventura, Ni como el dolor me aprieta Poco apoco suspirando, Antes quando yo mas blando, Entonces ella mas dura. A casa quiero traella Para entregarte en tu mano Mi gozo mas soberano, Quizá tu podrás movella, Siendo como ella cristiano.