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Actualizado: 5 de julio de 2025
Hacía la propaganda de los matrimonios leales y bien acordados, de las familias pacíficas; llevaba por todas partes el pabellón de las reconciliaciones y de la paz; perseguía sin tregua las irregularidades, los odios domésticos, los amancebamientos, los desórdenes, y su mayor gloria era encarrilar un marido extraviado, enderezar una esposa torcida, atraer un hijo pródigo, ablandar a un padre cruel.
Pero esto era lo menos respecto de lo que trabajaban en provecho de sus almas; porque la deshonestidad, la venganza, la embriaguez la barbaridad y otros mil vicios heredados con la sangre, crecidos con los años, y con la costumbre convertidos en naturaleza, era poco menos que imposible desarraigarlos de sus corazones; mas pudo tanto la incontrastable virtud del Altísimo y la fineza de un celo apostólico, que poco á poco se empezó á ablandar la dureza de corazones tan obstinados y á domesticarse la barbaridad de ánimos tan salvajes.
Tocó en primer lugar esta infeliz suerte á un mancebo, de nación Peta, que estaba de mala gana en el pueblo de San Juan Bautista, en quien, por más que la caridad de los nuestros y sus saludables amonestaciones y consejos procuraron ablandar la dureza de su corazón, no aprovecharon nada para que se quedase allí; antes, por no ser detenido, se huyó secretamente cuando el pueblo asistía en la iglesia á los divinos oficios.
En el último tercio del mes se presentaba casi todos los días en el claustro para ablandar con sus ruegos al Vara de plata y decidirle a un préstamo de unas cuantas pesetas. Adulaba a Mariquita, que no podía mostrarse esquiva con él a pesar de su sotana.
Esta mirada dio por resultado además el que tropezase con un guardia municipal, que me preguntó con severidad dónde tenía los ojos; yo, lleno de respeto y sumisión hacia el poder ejecutivo, le contesté, procurando ablandar su corazón con una sonrisa: Donde usted guste.
Ello es que estas caricias menudeaban tanto, que no hago memoria de si recibí alguna en aquella ocasión: lo que sí recuerdo es que mi señor, a pesar de haber redoblado sus amabilidades, no consiguió ablandar a su consorte. No he dicho nada de mi amita.
Ni yo sé que te diga, Silvia mia, Sino que á tal estremo soi venida, Que le tengo de amar sea quien se fuere; Solo te ruego, que procures, Silvia, De ablandar esta fiera tigre Hircana, Y atraerle con dulces sentimientos A que sienta la pena que padece Esta misera esclava de su esclavo: Y si esto, Silvia, haces, yo te juro Por todo el Alcoran de buscar modo Como con brevedad alegre vuelvas Al patrio dulce suelo deseado.
Compróle mi marido, y está en casa, Y puesto que con lagrimas y ruegos, Con suspiros, ternezas, y con dadivas Procuro de ablandar su duro pecho Al mio, que contino es blanda cera, El suyo se me muestra de diamante: Ansi que, Silvia hermana, como has dicho Que al cristiano no es licito dé gusto En cosas del amor á mora alguna, Tus razones me tienen ofendida, Y con aquesas mismas se defiende Aurelio, á quien ha hecho tan cristiano El cielo para darme á mi la muerte.
El duque, no encontrando ya persuasión ni insistencia que bastasen para ablandar á aquella roca, apeló al oro, y corrompió, enriqueciéndola, á la servidumbre particular de la duquesa. Esta oyó una noche rechinar levemente una puerta.
Ruega la ninfa, se irrita, está a punto de llorar; pero ni su enojo ni sus lágrimas consiguen ablandar el corazón empedernido de los infames sátiros. Por fin se resigna a descender y, aunque toma muchas y castas precauciones, éstos logran ver un pie deliciosamente calzado y un nacimiento de pierna que les hace rugir de gozo.
Palabra del Dia
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