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Actualizado: 26 de junio de 2025


Sir H. Jones Brydges, Mission to the court of Persia. London, 1834, vol. I, págs. 124 y siguientes. Palabra de origen griego, que significa acción de cantar solo, aria. Aristót., de Poét., cap. 4.º, 6. Dióg., Laert. Plat., lib. Distintas denominaciones de los actores, según representaban papeles de dioses, héroes ó sátiros, y más tarde de personajes privados.

Claro es que esta turba hombruna llega, más que por el deleite artístico, atraída por el olor de la hembra; prefieren estos sátiros un grácil escorzo o la insinuación anfórica de la cadera a un nocturno de Chopín, y la línea de un busto bello a una melodía de Borodine... Y es posible que estos sátiros tengan razón.

Excelso padre Apolo: por las musas gloriosas, por los sátiros viejos del bosque secular, por las suaves ondinas que duermen en los lagos, por la luna, tu hermana, de soñolienta faz; suelta las rojas bridas de los salvajes potros que, en furioso galope, sus crines tenderán, y que enciendan sus cascos, al chocar con los soles, reverberantes rayos de paz y libertad.

21 mas dormirán allí bestias fieras; y sus casas se llenarán de hurones; allí habitarán hijas del búho, y allí saltarán sátiros. 22 Y en sus palacios gritarán gatos cervales; y dragones en sus casas de deleite; y abocado está a venir su tiempo, y sus días no se alargarán.

Porque para lo primero todavía soy joven, y para lo segundo... ¿Estoy demasiado viejo? No he dicho tal. Viejo, ¿eh? ¿Conque viejo? Pues la leña seca es la que arde mejor. Y al decir esto se levantó y abrazó a Carolina, como en un célebre cuadro de Rubens abrazan los sátiros a las ninfas, sin que ella le rechazara. ¿Cuál será el alma cruel y despiadada que la vitupere?

Á pesar de los rabiosos esfuerzos de las zagalas para desasirse, de sus gritos y de sus insultos, los infames sátiros las estuvieron besando hasta que se saciaron.

Pero los sátiros de pantalón encarnado las persiguen con saña, las atrapan aquí y allá y las traen cautivas enmedio de risotadas odiosas. Mientras tanto la pobre Consuelo, encima del árbol y bloqueada por tres de estos silvanos voluptuosos, se niega terminantemente a bajar mientras no se alejen por lo menos cincuenta varas. Ellos ¡los crueles! se niegan.

Le sujetan. Forcejea él desesperadamente, soltando espumarajos de cólera por la boca. Al cabo logran que se siente y después que beba un vaso de sidra y se calme, evitando de esta suerte una noche aciaga para Rivota. Ninfas y sátiros.

Veíamos pueblos de animales más inteligentes que hombres y pueblos de cíclopes, centauros, ninfas, sátiros... Y los jardines del Paraíso Terrenal, y las cumbres rosáceas del Olimpo, y la Ciudad de la Muerte... ¡La Ciudad de la Muerte! ¿Qué indiscreto mortal dijera una palabra de ella?

Ha, repuso Candido, bien me acuerdo de haber oido decir á maese Panglós que antiguamente sucedian esos casos, y que de estas mezelas procediéron los egypancs, los faunos, los sátiros, que viéron muchos principales personages de la antigüedad; pero yo todo lo tenia por fabuloso.

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