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Actualizado: 17 de julio de 2025
Se les adulaba en momentos de angustia, y se les repelía luego con el pie en nombre de la caballerosidad y la nobleza de alma. Pero un día, el aprovechamiento del vapor cambió la faz del mundo. Casi ha sido en nuestra época: hemos conocido personas que presenciaron esta gran revolución, la más trascendental y positiva de todas.
Adulaba a Glocester y le animaba a luchar por la justa causa de sus derechos. Glocester, halagado, y con color de remolacha, dijo al oído del confidente: ¿Será libre elección de esa señora?
Andaba por ahí con un gabán perenne y sucio; pero ya dejaba traslucir sus disposiciones para la intriga; adulaba a todo el mundo, y agenciaba cosas de poco valor en las oficinas. Empezó a levantar cabeza, trabajando elecciones por los pueblos del Alto Aragón. Hacía diabluras, resucitaba muertos, enterraba vivos, fabricaba listas, encantaba urnas.
Y dispense V. E. Como todos los vacíos de mollera, era hablador, y hablador insulso; tomaba la palabra y era un escupir sandeces por aquella boca... El amigo del doctor Eneene tenía que aguantarle su charla y reírle sus gracias, sobre todo, cuando venía el cuento al caso, postre indispensable de su conversación, tan indigesto, que no había quien lo probara dos veces, sin sentirse malo de veras; don Bernardino pasaba por este amigo abnegado: era él bastante fino para apreciar debidamente la estulticia de S. E.; pero, tan calculista como fino, conocido el lado flaco, le adulaba, dejándole hablar, fingiendo escucharle con gusto y riendo a carcajada tendida el cuentecito de cajón.
Si pasaba un soldadico: «¡Ah, señor capitán!», decía; y si otro hombre cualquiera: «¡Ah, señor caballero!» Si iba alguno en coche, luego le llamaba señoría, y si clérigo en mula, señor arcediano. En fin, él adulaba terriblemente. Tenía modo diferente para pedir los días de los santos; y vine a tener tanta amistad con él, que me descubrió un secreto con que en dos días estuvimos ricos.
Seriamente no es lícito afirmar que Rafaela se enamorase de D. Joaquín; pero sí puede, y debe afirmarse, que le cobró grande amistad y le estimó en mucho, considerándole casi un genio para todo aquello que a la crematística se refiere. Y como se lo decía, dándole encarecidas alabanzas, le adulaba, le enamoraba y le animaba a la vez, todo sin el menor artificio.
Las traía Petra que llamaba a la puerta con seña particular, bajaba Teresa, en silencio se besaban como las señoritas, en ambas mejillas, cuchicheaban, reían sin ruido y se daban algún pellizco. Petra reconocía cierta superioridad en la otra, la adulaba, alababa la mata de pelo negro, los ojos de Dolorosa, el cutis y demás prendas envidiables de su amiga.
Un asno extraviado, suelto de su recua, comiose las escasas hierbas de su alrededor, y limpió de polvo con sus resoplidos el lecho del hombre tendido; un perro vagabundo, con aquella profunda simpatía que siente la especie por los borrachos, después de lamer sus empolvadas botas, se había echado a sus pies, y yacía allí guiñando un ojo a la luz del sol; a manera perruna, adulaba con la imitación al humano compañero que había escogido.
Palabra del Dia
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