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Aunque se considerase mucho más inteligente que su hermano, y sirviera largos años a la Administración pública en varias provincias de España, y hubiese leído la Historia universal de César Cantú y la de España de Lafuente, sin faltar un tomo, y poseyese los mismos bienes de fortuna, con más la jubilación de 2.500 pesetas anuales, lo cierto es que D. Juan, sin haber salido jamás de Peñascosa ni haber leído en su vida más que el periódico a que estaba suscrito, gozaba de mucho mayor prestigio en la villa.

10 Y escribí la carta, y la sellé, e hice atestiguar a testigos, y pesé el dinero con balanza. 12 Y di la carta de venta a Baruc hijo de Nerías, hijo de Maasías, delante de Hanameel el hijo de mi tío, y delante de los testigos que habían suscrito en la carta de venta, delante de todos los judíos que estaban en el patio de la guarda. 13 Y di orden a Baruc delante de ellos, diciendo:

El Casino Turolense, sito en la calle de los Amantes, antes de Ricos Hombres, ocupa la casa que fue de los padres de la desgraciada D.ª Isabel de Segura, frente a la cual se ve el solar de la que fue de los de D. Diego Garcés de Marcilla: el gabinete de lectura es bastante bueno y si mal no nos han informado estuvo allí la alcoba de D.ª Isabel y Azagra, alcoba donde exhaló el postrer suspiro en la mas terrible agonía el mismo D. Diego, caballero digno de mejor suerte Tanto este Casino como el del Porvenir, están suscrito a muchos periódicos y en ambos el servicio es bastante bueno.

Llevóle el procurador una Gaceta, al cual periódico estaba suscrito en unión de otros compañeros de la curia, aconsejándole que desde aquel día la leyese siempre, cuidando él de proporcionársela, pues le convenía estar al tanto de los decretos del Gobierno por si se hallaba con alguno á que se pudiese agarrar para su pleito; no porque dudase de la inteligencia y celo de su abogado, sino porque éste había citado, más de una vez, disposiciones derogadas medio siglo hacía, y pasado en silencio otras más recientes que favorecían la causa del mayorazgo.

Estaba seguro de que le buscaba á él, trayéndole la más fatal de las noticias. Efectivamente, el telegrafista fué hacia su mesa y le entregó el despacho. Gillespie abrió el sobre con mano temblorosa, buscando inmediatamente la firma del telegrama. ¡Lo que él había pensado!... El despacho iba suscrito por mistress Augusta Haynes.

Suscrito desde entonces al periódico del consabido prohombre, compró también una mala litografía que lo representaba en actitud de arengar, y añadido el marco dorado imprescindible, la colgó en su dormitorio entre un daguerrotipo de la difunta y una estampa de la bienaventurada virgen Santa Lucía, que enseñaba en un plato dos ojos como huevos escalfados.

En resumen: como quiera que la comisión informó favorablemente su dictamen, suscrito por don Bartolomé Lope de Mesa, veinticuatro, y don Juan Farfán de los Godos, jurado, porque no sólo debía volverse á formar la hermandad, sino ser protegida por el Ayuntamiento, designándose caballeros del cabildo que la inspeccionasen, en sesión de 20 de Marzo de 1593 se acordó, conforme á lo propuesto, que volviera á establecerse la cofradía, la cual terminó en el siglo XVII, en que ya, sin que ningún don Juan Pérez de Guzmán la hiciera desaparecer, le cogió la reducción de hospitales que llevó á cabo el arzobispo de Sevilla.

Como había viajado un poco y se jactaba de haber visto todos los adelantos del arte de la guerra, pasaba por militar instruído. Estaba suscrito a dos o tres revistas científicas; citaba en las tertulias, cuando se tocaba a su profesión, algunos nombres alemanes; para discutir empleaba un tono enfático y sacaba voz de gola que imponía respeto a los oyentes.

Desde aquel punto, siempre he estado suscrito a alguna revista médica. Lo primero es el conocimiento del hombre físico, de la máquina deleznable y complejísima con que sentimos y pensamos.

Pero, recientemente, me ha salido un admirador, un verdadero admirador, en la provincia de Guadalajara. «Soy me viene a decir este hombre magnífico uno de sus lectores más asiduos y más inteligentes, y me he suscrito a El Sol con el único objeto de ver los artículos de usted...» Y desde entonces, yo no puedo escribir, porque la imagen de mi admirador me obsesiona por completo.