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Las 25 coronas de los reyes de Iberia son las que dicen los historiadores árabes que encontró Tarik en el alcázar de Rodrigo, guarnecidas de jacintos y otras piedras preciosas, y pertenecientes á los 25 reyes godos que habia tenido España hasta el tiempo de la conquista.

Así el Imperio de los Romanos del Occidente, ha venido á quedar en un título vano de su grandeza, porque Italia, Francia, España, y Inglaterra, que en un tiempo le rindieron tributo, y recibieron sus leyes, hoy se ven libres, porque declinó su poder, y con él se perdió su derecho; Los Godos y demas naciones Septentrionales le reduxeron á esta miseria.

Las divisiones de partido, terribles, salvajes durante la lucha, se disipan al día siguiente y no salvan nunca los límites de la vida social. ¡Y las cosas que se dicen y la manera cómo un conservador me presentaba a un radical, su amigo íntimo, que le oía plácidamente decir iniquidades para, a su vez, pintarme a los godos a través de sus pasiones!

I estos fueron los frutos que cogieron los godos de las cruelisimas persecuciones hechas á los judíos sin considerar que las ofensas deben esperar la venganza de los ofendidos, i que mas fácilmente se lleva á los hombres por la razon i el convencimiento que por la fuerza, pues nadie encuentra dificultades en caminar por sendas cubiertas de flores, i todos se arredran en trepar por ásperos montes llenos de zarzas i de abrojos, i cercados de precipicios i derrumbaderos.

Así lo prueban, entre otros hechos, haber formado con la Galia meridional un mismo imperio bajo los godos; haberse hablado después en toda la costa oriental y en Aragón la lengua de la Provenza, siendo partícipe de su cultura y viviendo en íntima comunicación con ella; las osadas expediciones de catalanes á todos los puertos del Mediterráneo, y por último, su frecuente trato con Italia como residencia del poder papal, y los estrechos vínculos que la unieron á ella desde que dominaron en Nápoles los reyes de Aragón.

La repentina invasión de los árabes, á principios del siglo VIII, acabó de destruir la vacilante monarquía de los godos, sujetando con pasmosa celeridad al país y sus habitantes, y sólo escasísima parte de éstos se mantuvo independiente, refugiándose en las montañas inaccesibles del Norte.

Los caballeros godos que habian podido escapar de la batalla con vida se retrajeron á las principales ciudades, i comenzaron á ponerlas en la defensa que permitia la furiosa presteza de los enemigos en derramar sus aguerridas huestes por España.

Dicen que esta providencia fué dirigida á meter en codicia á los cristianos de dedicarse al comercio i contratacion en las ciudades marítimas de Levante: donde surgian naves cargadas de toda suerte de mercaderías venidas de los reinos estraños: las cuales eran compradas primeramente por los hebreos, los únicos ó los mas que traficaban entonces en España; puesto que la mayor parte de los godos, i muchisimos españoles, ya unidos á ellos por los vínculos de parentesco i amistad, solo se ocupaban en envolver el reino en guerras civiles, i en elegir i en destronar reyes.

En oprimir tan inconsiderada i fieramente á los hebreos obraron los godos como el caballo que es amedrentado en una tormenta por los rayos que bajan desprendidos de las nubes, i que corre desbocado por salvarse, sin ver por donde camina, hasta que impelido por su misma furia se precipita sobre un caudaloso rio que va en aquella sazon hinchado con las continuas lluvias i mucho mas soberbio que suele, á perder en el mar sus aguas i su nombre.

Por último, las invasiones sucesivas de Galos y Francos, y la dominacion que en diversas épocas han ejercido allí, despues de los Godos, los Sarracenos, los Franceses, los Aragoneses, los Napolitanos y aún los Ingleses, han trastornado de tal manera el tipo primitivo, que al cabo Cataluña, como el reflejo de las mas diversas razas, ha quedado en una situacion peculiar de fusion y de poligenésis.