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El conocía el palacio: á un lado, el vasto salón de conferencias y asambleas científicas, semejante á un Parlamento, con lámparas de cristal helado que afectan las distintas formas animales de las profundidades oceánicas; en mitad del vestíbulo, la estatua del príncipe Alberto vestido de marino y apoyado en la baranda del puente de su yate; al lado opuesto y en los pisos superiores, las colecciones recogidas durante los viajes de este navegante de la ciencia: miles de peces y moluscos, esqueletos gigantescos de cetáceos, piraguas y herramientas de pesca de los mares polares.

Así que, después de descansar unos minutos en los bancos de una taberna, se encaminaron a la iglesia, donde les dijeron que iba a comenzar pronto la solemne misa cantada. Sus figuras, un poco raras, aunque científicas, no dejaban de llamar la atención en el pueblo, aunque estuviese éste tan próximo a Madrid.

Gozaba también con escuchar las disputas científicas y filosóficas que su amigo Moreno mantenía con cualquiera que le llevase la contraria. Jamás intervino en ellas. Pero divertían su espíritu de la muchedumbre de pensamientos melancólicos que constantemente se cernían sobre él.

Este joven intrépido, que se acercó al polo más que ningún otro mortal, al morir ganó la corona con que adornaron su tumba las sociedades científicas de Francia: el primer premio de geografía. En su relato, que encierra hechos tan terribles, hay uno conmovedor, el cual da la medida de los sufrimientos inauditos anejos á tal viaje: hablamos de la muerte de sus perros.

La crítica, el estudio de las ciencias, la filosofía, las averiguaciones científicas, la polémica, el deseo del saber, la investigacion de los secretos del arte, la meditacion y el estudio, toman allí la principal parte de la vida, y de ahí el que los alemanes doten todos los dias el mundo con nuevas obras de ciencia y erudicion.

Se fijó en los grupos escultóricos que simbolizan las fuerzas del Océano ó las artes de los navegantes; leyó los nombres esculpidos en los frisos, títulos de buques que se ilustraron por sus exploraciones científicas. Al fin subió la escalinata, viéndose envuelto en una frescura sonora de catedral, pero sin la ranciedad del ambiente cerrado, con un tufillo salino procedente del mar inmediato.

Era un astrónomo distinguido, miembro de la Academia y de varias sociedades científicas. Privado de fortuna, dejó, al morir, a su mujer y a su hija en la situación más precaria, con una modesta viudedad a la que la munificencia del Gobierno añadió un estanco, que Lacante les consiguió.

Mas no por eso carece de bellos institutos de instruccion y de gusto intelectual, entre los cuales se distinguen: el pequeño y reciente pero ya encantador jardin de aclimatacion; la Biblioteca, que cuenta 60,000 volúmenes y 1,300 manuscritos interesantes; el Museo de pinturas, de antigüedades y de historia natural; tres ó cuatro teatros siempre en actividad; academias científicas; ocho ó diez periódicos permanentes, muchas tipografías y varias escuelas de mérito, entre las cuales es muy superior la de náutica.

El fisiólogo comprendió que era de todo punto imposible la realización de aquel matrimonio. Por la noche, hallándose a solas, se lo hizo entender así a su esposa con la debida suavidad: no habría exageración en decir timidez. Expuso las razones que tenía para hallar tal unión desacertada, todas rigorosamente científicas y basadas en los últimos progresos de la antropología.

En los periódicos se habían publicado artículos acerca de él; unos de burla, otros en serio, sosteniendo la tesis de que constituía un fenómeno mental, un caso de estudio, invitando al director del Hospital-manicomio a que hiciese con él experiencias científicas, y proponiendo que cuando muriese no se le enterrase sin antes haberle sacado el cerebro, a fin de analizarlo.