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Suscrito desde entonces al periódico del consabido prohombre, compró también una mala litografía que lo representaba en actitud de arengar, y añadido el marco dorado imprescindible, la colgó en su dormitorio entre un daguerrotipo de la difunta y una estampa de la bienaventurada virgen Santa Lucía, que enseñaba en un plato dos ojos como huevos escalfados.

Acostumbrose el señor Joaquín a juzgar de los sucesos políticos conforme a la pautilla de su prohombre, a quien él llamaba, con toda confianza, por su nombre de pila. Que arreciaba lo de Cuba: ¡bah! dice don Fulano que es asunto de dos meses la pacificación completa.

En las primeras exposiciones no había tal cristal, ó si lo había, se levantaba, de cuyas resultas no faltó quien pasase su mano por la renegrida faz del cadáver..... ¡La pasó el mencionado prohombre revolucionario, en muestra de familiaridad y compañerismo!.....

Halló ser verdad cuanto le había anunciado el prohombre y aun algo más en lo tocante a bienes de fortuna: vio una casa chapada a la antigua, tosca y popular en sus usos, pero honrada en todo, y un caudal sólido y seguro, diariamente acrecido por la celosa administración del señor Joaquín y su sencillez y parsimonia.

Al que no quiere caldo, taza y media: a quedarme sin destino voy quizás, ¡y de casamiento me hablas! Tonto, no te propongo mujer que te haga peso, sino que te traiga pesos. Y el prohombre celebró su propio retruécano disparando larga risa. Miranda quedose pensativo mascando la miga de la proposición, cuyas ventajas le saltaron a los ojos prontamente.

Semejante a aquellos amadores que fijan en la mente la imagen de sus amadas tal cual se les apareció en una hora culminante y memorable para ellos, y, a despecho de las injurias del tiempo irreverente, ya nunca las ven de otro modo, al señor Joaquín no le cupo jamás en la mollera que su caro prohombre fuese distinto de como era en aquel instante, cuando encendido el rostro y con elocuencia fogosa y tribunicia se dignó apoyarse en el mostrador de la lonja, entre un pilón de azúcar y las balanzas, demandando el sufragio.

En el Saloncillo se esperaba con ansia el telegrama del prohombre, anunciando su salida. El rostro de todos los tertulios expresaba gozo y triunfo, brillaba con la esperanza de que pronto podrían dar algunos golpes contundentes a sus adversarios. Estos andaban mohinos y recelosos, disimulando, no obstante, lo mejor que podían su despecho. Afectaban no conceder importancia a la venida del Duque.

A principios del siglo XIV, cada pueblo de la Comunidad tenía su concejo particular que lo regía en el orden político, económico y contencioso, con subordinación a los jueces de Teruel: con delegación de todas las aldeas se formaba una junta general, presidida por el procurador general, y a la cual asistían seis regidores llamados de sexma, a causa de estar todo el territorio dividido en seis trozos o partes, compuesto cada uno de doce o trece pueblos: existía además otra junta llamada Pliega general, compuesta del Procurador general, regidores de sexma, y un jurado y prohombre de cada pueblo, ascendiendo a ciento cincuenta el número total de miembros, y a cuyo cargo estaba la determinación de los asuntos mas arduos de la comunidad.

Jurada en 1821 la Independencia del Perú, el Cabildo de Lima pasó al generalísimo don José de San Martín un oficio, por el cual la ciudad le hacía el obsequio del estandarte de Pizarro. Poco antes de morir en Boulogne, este prohombre de la revolución americana hizo testamento, devolviendo a Lima la obsequiada bandera.

D. Bernardo todavía se dignó contradecir otras cuantas veces al joven abolicionista, favor que éste supo apreciar en lo que valía, procurando dar a sus argumentos un sesgo sentimental que no molestase poco ni mucho al respetable prohombre: dejábase acorralar algunas veces, otras se escapaba por medio de un sofisma evidente, otras se confesaba vencido, aunque persistiendo en sus creencias.