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Porque eso hace la usura con los desdichados que se ahogan en apuros. De algunos de ellos me he condolido; y por evitar que otros los robaran, casi me he dejado robar yo a ojos vistas. Pero a los más les he enviado enhoramala, porque no merecían caer en manos de un hombre de bien. Y ¡qué porte el suyo! ¡Qué caballeros tan de punta en blanco!... ¡Y qué señoronas de primer lustre!

Facundo le pregunta si es el autor de los artículos que tanto le han herido, y con la respuesta afirmativa ¿qué espera usted ahora?, replica Quiroga: Señor, la muerte. Tome usted esas onzas y váyase enhoramala. En Tucumán estaba Quiroga tendido sobre un mostrador. ¿Dónde está el general? le pregunta un andaluz que se ha achispado un poco para salir con honor del lance.

Andad con Dios, y mucho de enhoramala, y no paréis en toda esta ínsula ni en seis leguas a la redonda, so pena de docientos azotes. ¡Andad luego digo, churrillera, desvergonzada y embaidora!

Pero, dejando esto, veamos si estáis herido, que os quejábades mucho. Y diciendo esto, fueron a levantar la ropa con deseo de afrentarme. En esto, mi amo entró diciendo: ¿Es posible, Pablos, que no he de poder contigo? Son las ocho ¿y estáste en la cama? ¡Levántate enhoramala! Los otros, por asegurarme, contaron a don Diego el caso todo y pidiéronle que me dejase dormir.

Así que, ¡oh Sancho!, mudad de opinión, y, cuando seáis gobernador, ocupaos en la caza y veréis como os vale un pan por ciento. -Eso no -respondió Sancho-: el buen gobernador, la pierna quebrada y en casa. ¡Bueno sería que viniesen los negociantes a buscarle fatigados y él estuviese en el monte holgándose! ¡Así enhoramala andaría el gobierno!

Pues idos enhoramala dijo el rey, y volvió á su lectura. Aún es pronto dijo Quevedo ; todo se reduce á que este imbécil se acuerde de que es rey y me encierre. Espérome. Pasó otro gran rato: el rey murmurando sus devociones, Quevedo inmóvil delante de él. Había bien pasado una hora desde que el rey recibió á Quevedo.

Pues separaos, por la Virgen Santísima dijo Gracián con más suaves modos . Si él es un borracho, un haragán y un libertino, váyase enhoramala. Ayer lo calentó las orejas en casa del Sr. Carnicero. Pero él no desea romper esta unión ilícita, sino casarse. Tiene buen fondo. Decidid una cosa u otra; estáis llenos de pecados, vivís como fieras, no como cristianos.

Tanto hizo Segunda y tales enredos armó, que Estupiñá entró una mañana, gruñendo y echándoselas de hombre de mal genio que tiene que contraer todos los músculos de su cara para enfrenar su indignación. A cuanto le decían Segunda y su hermano, respondía con bufidos; y si la señora de Izquierdo no me le sujeta por un brazo, de fijo que echa a correr por las escaleras abajo. «No se puede tratar con estas tías farfantonas... Vaya usted al rábano. Vaya usted muy enhoramala». Pero dando estos respiros a su ira verdadera o falsa, ello es que no se marchaba, y Segunda le metió casi a la fuerza en la alcoba. Obedeciendo a un impulso instintivo, Estupiñá se quitó el sombrero en el momento en que sentía los chillidos del heredero de Santa Cruz que estaba pidiendo la teta con mucha necesidad. Al ver que el hablador descubría su venerable cabeza, Fortunata sintió en su alma inundación de alegría, y se dijo: «Eso es, saluda a tu amito.

¡Quién soy!... gritó Fortunata con desesperación . Una persona decente... , ya se conoce... Aurora, ¡por Dios!... ¿Qué es esto? Una persona decente, que he venido a ajustarle la cuenta a este serpentón que tiene usted en su casa. Y también es calumniadora. Cállese usted y váyase muy enhoramala... ¿Pero qué es esto, Aurora?... ¡Jesús!, sangre en la cabeza.

Pero querría yo saber de la señora mi señora doña Dulcina del Toboso adónde aprendió el modo de rogar que tiene: viene a pedirme que me abra las carnes a azotes, y llámame alma de cántaro y bestión indómito, con una tiramira de malos nombres, que el diablo los sufra. ¿Por ventura son mis carnes de bronce, o vame a algo en que se desencante o no? ¿Qué canasta de ropa blanca, de camisas, de tocadores y de escarpines, anque no los gasto, trae delante de para ablandarme, sino un vituperio y otro, sabiendo aquel refrán que dicen por ahí, que un asno cargado de oro sube ligero por una montaña, y que dádivas quebrantan peñas, y a Dios rogando y con el mazo dando, y que más vale un "toma" que dos "te daré"? Pues el señor mi amo, que había de traerme la mano por el cerro y halagarme para que yo me hiciese de lana y de algodón cardado, dice que si me coge me amarrará desnudo a un árbol y me doblará la parada de los azotes; y habían de considerar estos lastimados señores que no solamente piden que se azote un escudero, sino un gobernador; como quien dice: "bebe con guindas". Aprendan, aprendan mucho de enhoramala a saber rogar, y a saber pedir, y a tener crianza, que no son todos los tiempos unos, ni están los hombres siempre de un buen humor.