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Después pasaba todos los días por ahí, y siempre que me encontraba en la calle me paraba pa preguntarme por doña Clarita. ¡Ay! un día me vió mi Pascual hablando con él, y por poco ... mi Pascual tiene un genio del demonio, y cuando se enfaa ... usted no supo cómo le pegó de cachetines al carnicero de ahí enfrente ... Luego, como es una así ... tan guapetona.

Volver quiero á tratar un poco agora Del falso Yamandú, nuestro cartero. Salió de San Gabriel con la traidora Y mala condicion de carnicero: Adonde el Zapicano est

Aquí se detuvo para tomar aliento, porque su desgraciado destino le había hecho caer inmediatamente bajo el cuerpo de dos frailes y de un carnicero.

Esto ocurría poco después del fallecimiento del Monarca y tres horas más tarde del altercado con Pipaón, por donde se ve, que en un mismo día reservaba la Divina Providencia al señor de Carnicero impresiones totalmente contrarias, haciéndole pasar de la ira más atroz a un contento febril y casi rabioso.

El Capitan y el otro compañero Habian grande rato peleado, Y el Taboba, muy crudo carnicero, Estaba muy sangriento y muy llagado. Y asì vino

Y, sin embargo, arrienda la propiedad barata, porque es lo que se llama un bien de fundación. ; hay pocas personas que sepan tan exactamente como vos cómo se volvió esa tierra un bien de fundación, ¿no es cierto, señor Macey? dijo el carnicero.

El señor escribió una carta; pero no la dejó en casa. ¿Pues dónde, hombre de Dios, dónde? La dejó a D. Felicísimo Carnicero. ¡Bendito Dios! exclamó D. Benigno, golpeando en el suelo con un pie . ¿Y a usted no le dejó recado verbal para ? ¿Para el Sr. de Cordero? señor. Me dijo que D. Felicísimo enteraría a usted del motivo de su viaje y le daría una carta.

Pero vos sabíais bien lo que estaba pasando, ¿verdad, señor Macey? ¿Vos no hacíais oídos sordos, no es cierto? dijo el carnicero.

El carnicero, hombre alegre, sonriente, de cabellos rojos, no era capaz de responder inconsiderablemente. Lanzó algunas bocanadas antes de escupir y dijo: No se engañarían en mucho, Juan. Después de esta débil e ilusoria tentativa de romper el hielo, el silencio volvió a ser tan riguroso como antes.

Dando fuerte golpe en el suelo con su pesado pie, exclamó bruscamente: ¡Quieta, España, quieta!... ¿Bailas de gusto por la felicidad que te ha caído?... Ten calma, Nación, ten calma y espera tranquila el triunfo de tu Rey sacratísimo. Carnicero creyó que su valiente exhortación al reino danzante había hecho efecto, porque dejó de ver movimiento en las paredes.