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Apenas puedo creer dijo que no repares ya en mi vejez, que no pienses en que puedo ser tu abuelo y que me quieras como aseguras. ¿Pretendes, acaso, burlarte de y trastornarme el juicio? ¿Te propones halagarme con la esperanza de una felicidad que no me atrevería yo a concebir en sueños, para matarme luego desvaneciéndola? No, vida mía; yo no quiero desvanecer tu esperanza, sino realizarla.

No, que no sois vos el que yo creía; y no siéndolo, vuestras traidoras palabras, en vez de engañarme, me desesperan; en vez de contentarme, me ofenden; en vez de halagarme, me atormentan, y me avergüenzan en vez de satisfacerme; porque creo que me juzgáis capaz de seguiros en la torpe prosecución de vuestra falta, y hacerme cómplice de ella, y cruenta y homicida como vos; que allí está en mi propio lecho la que ser debe vuestra esposa, la que ya lo es, porque ante Dios por esposa la habéis tomado, y ella, esposa vuestra creyéndose, en vuestros brazos ha caído enamorada.

Viviría rodeada de magnificencia, de lujo, y algún día, en uno de esos momentos en que el amor atestigua, protesta, jura, siente la necesidad de dar, diría á un galán: «Os cojo la palabra. Empero no creáis halagarme con los presentes acostumbrados.

Pero querría yo saber de la señora mi señora doña Dulcina del Toboso adónde aprendió el modo de rogar que tiene: viene a pedirme que me abra las carnes a azotes, y llámame alma de cántaro y bestión indómito, con una tiramira de malos nombres, que el diablo los sufra. ¿Por ventura son mis carnes de bronce, o vame a algo en que se desencante o no? ¿Qué canasta de ropa blanca, de camisas, de tocadores y de escarpines, anque no los gasto, trae delante de para ablandarme, sino un vituperio y otro, sabiendo aquel refrán que dicen por ahí, que un asno cargado de oro sube ligero por una montaña, y que dádivas quebrantan peñas, y a Dios rogando y con el mazo dando, y que más vale un "toma" que dos "te daré"? Pues el señor mi amo, que había de traerme la mano por el cerro y halagarme para que yo me hiciese de lana y de algodón cardado, dice que si me coge me amarrará desnudo a un árbol y me doblará la parada de los azotes; y habían de considerar estos lastimados señores que no solamente piden que se azote un escudero, sino un gobernador; como quien dice: "bebe con guindas". Aprendan, aprendan mucho de enhoramala a saber rogar, y a saber pedir, y a tener crianza, que no son todos los tiempos unos, ni están los hombres siempre de un buen humor.