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Así que todos manducaron a su sabor, echaron las sobras revueltas en un plato, como para un perro, y se las dieron al paisanillo, que se acostó ahíto, roncando formidablemente hasta el otro día. Amparo madrugó para asistir a la Fábrica. Caminaba a buen paso, ligera y contenta como el que va a tomar posesión del solar paterno.

Creo que, con ánimo de ver al gigante de la Castañalera ante todo, fui a la cocina, en la que no cabía la gente; que supliqué a los «sobrantes» que se retiraran a descansar a sus casas, ya que, desgraciadamente, no eran necesarios allí sus buenos servicios, y hasta que conseguí en gran parte lo que pretendía; recuerdo que hallé a Mari-Pepa y a su hija convenciendo al hombrón de que las cosas habían parado en lo que acababan de parar porque no había otro camino para ellas, y de que, como ya no tenía remedio lo sucedido y él se hallaba bien cenado y en buena compañía, érale muy conveniente, para descansar y endulzar los pensamientos, acostarse en la cama que se le tenía preparada y bien lejos de los ruidos de «lo otro»; que no costó gran trabajo convencerle; que se dejó conducir a un cercano dormitorio; que se acostó; que le hicimos la tertulia hasta que le acometió el sueño, y que se durmió como un tronco y le dejamos roncando.

Cuando esta llegaba a su vivienda, ya don Francisco, fatigadas vista y cabeza por haber leído dos o tres periódicos después del trabajo del cenotafio, se había metido en la cama y dormitaba tosiendo unos ratos y roncando otros.

Desembarcando á la hora de la siesta, habrían entrado por las calles sin que nadie los viese, lo mismo que á través de una ciudad muerta; habrían sorprendido el cuartel, matando á la guardia, que seguramente estaría tendida á la sombra y roncando. Es una locura continuó Jaramillo intentar ataques de noche en un país como el nuestro. No hay mas que acordarse de lo que pasa en la selva.

Vete; ya es muy tarde.... Tengo que madrugar.... Mientras estás roncando... yo tengo que trabajar en el changarro. Me despedí del buen anciano, y tomé calle arriba, hasta el cementerio de San Antonio. Subí la escalinata, y de codos en la verja me puse a contemplar la ciudad. La noche estaba obscura; negras nubes ocultaban el horizonte.

Mira allí prosiguió el Cojuelo cómo se está quejando de la orina un letrado, tan ancho de barba y tan espeso, que parece que saca un delfín la cola por las almohadas. Allí está pariendo doña Fáfula , y don Toribio su indigno consorte, como si fuera suyo lo que paría, muy oficioso y lastimado; y está el dueño de la obra a pierna suelta en esotro barrio, roncando y descuidado del suceso.

El nuevo gabinete, pasados algunos días, juzgó que Juan era un organista peligroso para el orden público, y que desde lo alto del coro, en las vísperas y misas solemnes, roncando y zumbando con todos los registros del órgano, le estaba haciendo una oposición verdaderamente escandalosa.

Por uno de los muchos agujeros que éste lucía, miró al otro lado, hacia donde estaba la cuna. Vio a la niña dormida, y al ama, de bruces sobre el lecho de Nucha, roncando sordamente. No era de temer que se despabilase la marmota: el rapaz podía a mansalva realizar sus propósitos.

El régimen respetado con religiosa escrupulosidad. El miedo guarda la viña, seré esclava de la higiene. Todo menos volver a las andadas. Continúo mi diario, en el cual no me permito el lujo de perderme en psicologías ya que usted lo prohíbe también. Todos los días escribo algo, pero poco. Ya ve que en todo le obedezco. Adiós. No retarde su visita. Quintanar le saluda... roncando.

-Soy más que contento desa condición y convenencia -respondió don Quijote. Y, en diciendo esto, se fueron donde estaban sus escuderos, y los hallaron roncando y en la misma forma que estaban cuando les salteó el sueño.