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no sabes de lo que soy capaz por hacerte dulce la existencia... ¡Y quieres perderme!... Sonó un choque en la puerta, un roce de cuerpos que se empujaban, una frotación de lucha contra la madera. Tòni había entrado, seguido de Caragòl.

Este parecido inexplicable que nos une, á tan pequeño y á usted tan enorme y poderoso, me inspira confianza. Además, ¿qué interés puede tener usted en perderme? Los dos pertenecemos al mismo sexo; usted es hombre, y no creo que encuentre muy aceptable el gobierno de las mujeres. Ya conocerá usted más adelante lo que es ese gobierno.

¿Y por qué? ¿Acaso vos, señor, no habéis querido perderme? Debí separaros de la servidumbre del príncipe y os separé; pero no os prendí como pudiera haberlo hecho; ni os desterré, ni aun siquiera os envié á nuestro ejército de Italia. Y habéis hecho muy bien, porque os conviene tenerme por amigo. ¿Que me conviene?

En cuanto a , me paso la vida llevando cigarros a la boca como quien quema margaritas: ¿me quiere? ¿no me quiere? Después del baile en lo de Peña, he estado con ella muchas veces en su casa, desde luego, todos los miércoles. Conserva su mismo círculo de amigos, sostiene a todos con su risa, y flirtea admirablemente cuantas veces se lo proponen. Pero siempre halla modo de no perderme de vista.

En las Cambroneras siempre era Teodora la escogida. «Señá Teodora: yo quiero a la Fulana, pero con buen finLa vieja, satisfecha de que pusiera en ella su confianza, iba en busca de la mocita. «Fulanito quiere ser tu buñó, pero con formaliá, pa casarse en seguía.» Y la virgen gitana, bajando la cabeza, daba su contestación. «Puesto que no me quiere pa engañarme y perderme, y ya que una mujé de tanto respeto saca la cara por él... bueno, seré su buñíSe veían a espaldas de los padres, lejos del barrio; pasaban horas enteras solos, en completa libertad, pero no había cuidado de que un buen gitano osase cosas mayores.

Yo no qué sentimiento salvaje, más imperioso que nunca, me incitaba a perderme en el seno mismo de aquella extensa campiña en plena explosión de savia. Recuerdo que allá lejos divisé a los seminaristas desfilando dos a dos a lo largo de las setas floridas, conducidos por viejos sacerdotes que al tiempo que caminaban leían sus breviarios.

Podéis acabar de perderme. ¡Yo! , vos: debéis ser muy hermosa, señora, y muy principal, y hallaros metida en un gran empeño. Explicadme... Os siento apoyada en mi brazo, y ¡Dios me perdone!, pero quien tiene tan hermoso brazo, debe tenerlo todo hermoso. En la tierra de donde venís, ¿se acostumbra á abusar de las mujeres, caballero? ¡Ah!, perdonad: yo no creía...

Desconfío de porque sospecho que contribuíste á perderme y que estás dispuesto á hacerme traición. ¡Yo! exclamó Sorege. ¡Yo! tu amigo de la infancia, que ha llorado tu desgracia como si fuera suya... Y que continúa no haciendo nada para repararla, interrumpió bruscamente Jacobo. ¿Desde cuándo sabes que Jenny Hawkins es la misma mujer que Lea Peralli?

Con estas seguridades, reforzadas por la orden que llevaba el Victoria de que así que llegase a Honda volviese en nuestra busca, y animado por la ventaja de ganar los cinco días que me habría sido necesario esperar para tomar el vapor del 30, resolví bravamente el embarco en el Antioquía. Júpiter quería perderme sin duda, y me enloqueció en ese momento.

, exclamó don Juan engañado por las palabras de Dorotea ; no nos separaremos jamás. dijo Dorotea rodeando un brazo tembloroso al cuello de don Juan ; vamos á separarnos muy pronto, porque no me he desposado contigo; me he desposado con la muerte. Ahora déjame orar; no acabes de perderme. ¡Con la muerte! gritó don Juan. , el dulce que acabo de comer estaba envenenado.