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Creo que esas circunstancias ajenas a su voluntad son el consentimiento de Luciana, y lo creo más al ver que me dejó para ir a afilar los lápices a aquella linda persona, que estaba dibujando, y que los dos se pusieron a hablar en voz baja de cosas indiferentes, pero en ese tono confidencial que indicaba claramente que sólo esperaban que yo me fuese para cambiar de asunto.

No hay nada más dulce, me decía, que poder, después de grandes contrariedades y largos años de destierro y de dolor, transportarse con el pensamiento a los días tan puros de la feliz infancia; que volver a ver los lugares que han sido el teatro de nuestros primeros juegos, de nuestros primeros trabajos y de nuestros primeros éxitos, las perspectivas en que hemos empleado nuestros primeros lápices, el techo natal y los dominios hereditarios; que reconocer el campo que nuestro padre ha deslindado, el árbol cuya sombra tanto amaba, su arado, el rústico hogar y el lecho de paz desde el cual nos bendijo. ¡Se acuerda uno con tanta emoción de aquel tiempo, rico en ignorancia y en sencillez, en que una mediocridad laboriosa limitaba nuestros deseos y un estrecho horizonte nuestro universo! ¡Hemos tantas veces deseado reunir a nuestro alrededor a todos los que han hecho con nosotros el aprendizaje de la vida y esperamos tantos goces de la evocación de aquellos recuerdos!

El Libro de descripción de verdaderos retratos es una colección de ellos, hechos a dos lápices, en que figuran desde el Rey Felipe II hasta artífices que entonces gozaban popularidad y hoy están olvidados: los más del natural, otros valiéndose de copias, todos interesantísimos ya por la calidad de las personas ya por la excelencia de la mano, y algunos tan sobria y magistralmente trabajados que antes que de Pacheco pudieran ser de Velázquez.

Floripond, dijo que había visto a Iselda poner la caja de lápices en la bolsa de Leonor.

Mas adelante el baratero os pone en las barbas su pequeña Babel portátil de fósforos y lápices, jabones y pomadas y las mas heterogéneas sustancias, que os ofrece sin gracia ni donaire. En España nadie tiene la gracia seductora del Frances para vender, porque aquel ha sido un país poco especulador y condenado al aislamiento moral.

En la casa no se escuchaba más que la conversación de los criados que departían ó altercaban en la cocina y el choque de la vajilla al ser limpiada. Después de permanecer un rato apoyada en la ventana, resolvióse á salir, no sin haberse procurado una sombrilla y tomar su álbum de dibujos y algunos lápices. Cuando salvó la huerta con ligero paso, el calor había alcanzado su grado máximo.

Nubes de sangre flotaban ante mis ojos y me ocultaban el cielo; lágrimas tibias y pesadas, como las primeras gotas de una lluvia tempestuosa, caían de mis ojos, y la tierra huía bajo mis pies. Entonces hubiera querido partir y lo hubiese olvidado todo: mi papel, mis lápices y mi ossian.

Muchos comerciantes que se habían endosado el frac en honor del soberano, guardaban sobre su abdomen la gruesa cadena de oro, cargada, como un relicario, de medallones, dijes, lápices y fetiches, y en los pies los fuertes botines de uso diario. Ojeda acogió con incrédula sonrisa las consideraciones de su amigo acerca de la superioridad de una raza sobre otra por la finura de las extremidades.

Pero venían á avisarla que el almuerzo estaba servido y era fuerza resignarse otra vez á ver sonrisas ambiguas, miradas crueles, semblantes odiados. Por la tarde, cuando no tomaba el álbum y los lápices para ir á dibujar al campo, salía á dar una vuelta por el pueblo.

El dependiente principal, que le conocía bien, un jerezano muy chistoso, decía del señor Cepeda que se pasaba el tiempo cortando papeles para llevarlos al retrete, o haciendo punta a los lápices lo más despacio posible para obtener el gusto de aparecer ante su familia como atareado. Hasta en eso era mezquino, porque hacía las puntas de los lápices cortas y cortaba los papeles pequeños.