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Sin nada que ofenda los más pudorosos escrúpulos todo es alegre, chistoso y hasta regocijado en un principio. La pintura del lugarejo, cerca de Sevilla, llamado Cascotes, y donde se desenvuelve la acción, parece exactísima copia de la realidad realzada y animada por el ingenio y por el arte, si bien el arte, discreto y velado, no deja huella en lo escrito, que parece todo espontáneo y fácil.

Distaba mucho de ser hermoso ni gallardo: era hombre de unos treinta y cinco años, seco, moreno, los pies grandes y juanetudos y la dentadura muy fea; pero había logrado pasar plaza en seguida de chistoso. Jamás hablaba en serio a sus devotas amigas. Bromita va, bromita viene, un requiebro a ésta, una chufleta a la otra, sin acortarse nunca por estar en medio de un corro numeroso.

Procuré ver las cartas asomándome por encima de los hombros, y lo primero que observé, ¡caso chistoso!, fue al famoso Llagostera, mi compañero de fonda, aquel catalán eterno detractor de la holgazanería andaluza, con la baraja entre las manos tirando un entrés. Si hubiera visto al arzobispo en persona en aquella forma, no me hubiese sorprendido más.

Nuestra felicidad, aunque sea merecida, parece que les humilla y apenas nacida se disponen á acabar con ella. Perdonad, señores míos... En este momento no puedo sentirme alegre porque temo, en verdad, la envidia de los dioses. Una carcajada estrepitosa acogió tan severas palabras. ¡Imposible, imposible encontrar en el mundo un hombre más chistoso que el dorio!

No, señores: la infantil ligereza con que nuestros vecinos hablan de nosotros; esa ligereza que es tan nativa en ellos, y que se les debe perdonar por ser un achaque de raza, una verdadera enfermedad de temperamento y carácter; ese chistoso sans façon con que nuestros vecinos dicen las mayores sandeces con la formalidad más pomposa y más entusiasta; esa especialidad francesa que consiste en hablar de la niñería más grande que se ocurre á hombre, con la mayor magnificencia y esplendidez del mundo; ese curiosísimo secreto de nuestros vecinos, no nos autoriza para insultar á una nacion.

A juzgar por su aspecto modesto y su lenguaje sencillo y chistoso, le tomé por un propietario campesino, de vida retirada, aunque muy culto. Pero luego fuí cambiando de opínion. Al saber que yo era republicano de Hispano-Colombia, me tomó cariño y me hizo mil preguntas sobre la vida de perros que llevamos los demócratas en el Nuevo Mundo.

El marques se hombrea con el pobre artista y el senador con el estudiante de derecho al derredor de la misma mesa; se habla de todo y en voz alta en todos los salones; se fuma cigarro y cigarrillo sin tregua, y todo el mundo está contento, expansivo y chistoso entre aquella atmósfera caliente y espesa que obra sobre los cerebros excitando el ingenio picante y la locuacidad.

Pero, además, se empeñaba en que todas las mujeres se enamorasen de él, en ser hombre chistoso ó «de buena sombra», como allí se dice, en cantar, tocar la guitarra y bailar como nadie, en jugar á los naipes y al billar mejor que ninguno, en quedar fresco después de haber bebido algunas botellas de manzanilla, mientras los demás rodaban por el suelo borrachos.

Hombre, es divino ¡es divino! masculló el mozalbete entre dientes, riéndose más bien con los ojos que con la boca . ¡Lance igual! Estará chistoso Miranda; estará chistoso. Artegui le miraba fijamente, sorprendiendo en sus pupilas la risa indiscreta. Con solemne seriedad, le interrogó: ¿Es usted amigo de Don Aurelio Miranda?

Estribó esa fama principalmente en que dió en la manía de pronunciar sermones, los cuales eran de lo más chistoso y disparatado que pueda imaginarse; y como el tema naturalmente de la mayoría de ellos eran los asuntos religiosos, tratábalos de tal manera el loco, que no había persona que no se parase á escucharlo.