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«Pues lo primero que tienen ustedes que hacer indicó la Pacheco , es poner una escuela a esos dos tagarotes y a la berganta de su niña pequeña». No los mando, porque me da vergüenza de que salgan a la calle con tanto pingajo. No importa. Además, esta amiguita y yo daremos a ustedes alguna ropa para los muchachos. Y el mayor, ¿gana algo? Me gana cinco reales en una imprenta.

Difícil es poner en claro si ésta y Velázquez aceptaron el propósito de Pacheco sólo por obediencia, o si se unieron por amor, mas no es disparatada la suposición de que doña Juana se prendara de don Diego, cuya gallarda figura al tiempo de la boda, debía de ser muy semejante al retrato que él mismo se hizo en el cuadro famoso de Las lanzas.

Treinta y seis obras, todas de verdadera importancia, llegaron á reunirse en Sevilla de Luís de Vargas, algunas de las cuales han desaparecido ó pasado á enriquecer otros museos y colecciones. El famoso pintor murió en la ciudad que le vió nacer en 1568, dejando un hijo, de quien habla con elogio Francisco Pacheco en su ya citado libro de Retratos.

Pacheco en su libro de los Verdaderos retratos, que lleva en la portada la fecha de 1599, escribió un caluroso elogio del maestro con noticias muy curiosas sobre su vida y de una autenticidad indudable, y á más dibujó el retrato que allí aparece y que es de los mejores ejecutados de la colección.

Ilustrado su entendimiento con la lección y Comunicación de los más doctos de su tiempo especialmente del Licenciado Francisco Pacheco mi tio ... etc. Por el dicho del pintor Pacheco consta que entre los retratos figuraba el del licenciado Carlos de Negron; y Don Adolfo de Castro consigna en sus notas al Buscapié, que también tuvo los de Nicolás Monardes y Ambrosio de Morales.

Mi madre fue planchadora en casa de los señores de Pacheco... allí nos criamos mi hermana Mauricia y yo». He oído hablar de ustedes a Guillermina... Severiana dejó el cesto de la compra, que bien repleto traía, arrojó mantón y pañuelo, y no pudo resistir un impulso de vanidad.

Las tres señoras estuvieron un momento solas, hablando de aquel proyecto de Guillermina, que seguía cose que te cose, ayudada por Jacinta. Hacía algún tiempo que a esta se le había despertado vivo entusiasmo por las empresas de la Pacheco, y a más de reservarle todo el dinero que podía, se picaba los dedos cosiendo para ella durante largas horas.

Que retrató a Góngora es seguro, pues Pacheco lo atestigua. No esta tan fuera de duda que este retrato sea el que se conserva en el Museo del Prado con el núm. 1.085. El poeta, residente entonces en Madrid, tenía sesenta años; hay imágenes suyas semejantes a ésta, y Velázquez traía encargo de retratarle, circunstancias propicias a que admitamos la autenticidad.

En cuanto á pinturas de la capilla, el altar mayor y los muros laterales contienen obras verdaderamente maestras de Roelas, Pacheco, Alonso Cano y otros artistas que tuvieron justa celebridad en España. Es bien digno de notar que el arte de la pintura ha corrido siempre parejas con el movimiento caballeresco y religioso de los pueblos.

Dice Pacheco en su libro de Verdaderos retratos, que al ver Luís de Vargas las obras que por entonces ejecutaba en Sevilla Pedro de Campaña, deseando perfeccionarse más en el arte, tornó á Italia, donde permaneció dos años, al cabo de los cuales volvió á su patria, dando entonces comienzo la época más fecunda de su vida en producciones artísticas.