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Celébranse las bodas de los dos Príncipes disfrazados, y al acabarse la primera parte de la comedia aparece España triunfante, no con vestidos de duelo, hollando bajo sus plantas á sus enemigos, y profetiza las glorias del reinado de Fernando y de Isabel.

Alegrósele, empero, el alma cuando, tan sin traición y tan obligado, dentro se vio de aquel jardín, por el cual, y por alguna comunicación que acaso encontraría fácil, podría llegar hasta las plantas de aquella que tan sin alma le tenía, y sorprenderla tal vez melancólica y pensativa a impulsos del encendido amor en que él anhelaba ardiese; y sin más detenerse, hollando silenciosamente la blanca y menuda arena, que entre flores y plantas formaba calles y laberintos, fue a dar en un corredor cubierto de enredaderas, y como allí hiciese oscuro, prosiguió a tientas, y a poco halló a diestra mano una escalera, al cabo de la cual, y no a mucha altura, dio en un corredor, que le llevó derechamente a una mampara, y abriéndola hallose más a oscuras que antes; pero por la luz que se dejaba ver en unos como resquicios de puerta, yendo a ella abriola recatadamente, y quedose como extasiado y suspenso, que en un rico camarín, sentada, de espaldas a él, delante, de un espejo de Venecia, descubrió a doña Guiomar, que, con el tesoro de sus dorados cabellos se entretenía.

El angelón fijó sus pupilas límpidas en los fascinadores ojuelos de víbora de su abuelo; y, sin esperar más instrucciones, abriendo mucho la boca, salió a galope hacia donde por instinto juzgaba él que el señorito debía encontrarse. Volaba, con los puños apretados, haciendo saltar guijarros y tierra al golpe de sus piececillos encallecidos por la planta. Cruzaba por cima de los tojos sin sentir las espinas, hollando las flores del rosado brezo, salvando matorrales casi tan altos como su persona, espantando la liebre oculta detrás de un madroñero o la pega posada en las ramas bajas del pino. De repente oyó el andar de una persona y vio al señorito salir de entre el robledal.... Loco de júbilo se acercó a darle su recado, del cual esperaba albricias.

Con el breve monólogo de don Silvestre al encontrar el nombre de su amigo en la Gaceta, tienen los lectores lo suficiente para saber quién era y de dónde venía el personaje de Madrid; me dispenso, en obsequio á la brevedad, aunque hollando la costumbre, el relato de su historia desde que le perdió de vista el solariego hasta que le volvió á encontrar.

Ven, dulce mañana mía; Ven, mi luz, no te detengas; No me coja eterna noche Antes que me amanezcas. Abrense los muros de la cárcel: preséntase la Santa Virgen hollando al Dragón con sus pies, y deja caer dulces palabras en el alma del cautivo, que entonces duerme tranquilo. Mientras tanto desciende del cielo por una escala el Amor divino, y le anuncia que ha llegado la hora de la Redención.

Poco a poco, y aunque algo a la ventura, con el propósito de llegar al grande imperio del Catay, nuestros viajeros se internaron por tortuosas y revueltas cañadas, que a cada instante se tornaban más ásperas y solitarias. Por donde quiera breñas, matorrales y riscos, y con frecuencia despeñaderos medrosos, en cuyo borde resbaladizo se desenvolvía la apenas trazada senda que iba hollando.

La mayor parte de estas torres se conservan: subsisten tambien aquellos venerables y anchos muros: y si la casualidad, ó el deseo, te llevan, oh paciente lector, á esa antigua ciudad que fué un tiempo el emporio de la civilizacion musulmana de occidente, no dejes de subir á lo alto de la gran mezquita: cuando te halles entre aquellas denegridas y fuertes almenas, que forman un dilatado feston de puntas, ó mas bien dientes de sierra, hollando con tus piés aquellas altivas torres, te imaginarás hallarte recorriendo las terrazas solitarias de los magníficos palacios de los Persas Sassanidas; creerás oir los gritos de guerra del ejército de Khaled y el zumbido de sus voladoras flechas, y ver á la fugitiva dinastía de Cosroes abandonándote el silencioso recinto de sus endentadas construcciones.

El viejo alazán obtuvo el honor de que se le atribuyera la iniciativa de la aventura, viéndose gratificado con una soga, a efectos de lo que pudiera pasar. Pero a la mañana siguiente, bastante tarde ya a causa de la densa neblina, los caballos repitieron su escapatoria, atravesando otra vez el tabacal salvaje, hollando con mudos pasos el pastizal helado, salvando la tranquera abierta aún.

Hasta disen que estuvo con vosotros Plumitas el ladrón. Aquí dio un salto el Nacional, a impulsos de la sorpresa y la inquietud. Le pareció que entraba en el patio, hollando las losas de mármol, un jinete mal pergeñado, con sombrero mugriento, y se apeaba de su jaca, apuntándole con una carabina por hablador y miedoso.

Rosa entra a la iglesia hollando con religioso respeto las losas sombrías. Dos hachas de cera arden en el fondo, junto a la capilla mayor. Su luz llorosa y vacilante hace entrever, dentro de negro ataúd, las manos entrecruzadas de un muerto y el amarillento sayal con que lo han amortajado. Ni una flor, ni una plegaria, ni un paño mortuorio. La doncella se aproxima.