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FIAMBRE. Se pide carne tajada, abriéndola por el centro y procurando que quede unida por un costado. Se corta a tiras y se va colocando sobre la carne, que ya tendrá sal, una pechuga de gallina, ternera, jamón y trufas. Después se envuelve en la carne, se aprieta bien y se cose.

Los rufianes dijeron: -Bien haya el licenciado; hágalo, que es razón. Con esto, se llegó y sacó al pobre viejo, que dormía, de debajo de los pies unas alforjas, y desenvolviéndolas halló una caja, y como si fuera de guerra hizo gente. Llegáronse todos, y abriéndola, vio ser de alcorzas.

Alegrósele, empero, el alma cuando, tan sin traición y tan obligado, dentro se vio de aquel jardín, por el cual, y por alguna comunicación que acaso encontraría fácil, podría llegar hasta las plantas de aquella que tan sin alma le tenía, y sorprenderla tal vez melancólica y pensativa a impulsos del encendido amor en que él anhelaba ardiese; y sin más detenerse, hollando silenciosamente la blanca y menuda arena, que entre flores y plantas formaba calles y laberintos, fue a dar en un corredor cubierto de enredaderas, y como allí hiciese oscuro, prosiguió a tientas, y a poco halló a diestra mano una escalera, al cabo de la cual, y no a mucha altura, dio en un corredor, que le llevó derechamente a una mampara, y abriéndola hallose más a oscuras que antes; pero por la luz que se dejaba ver en unos como resquicios de puerta, yendo a ella abriola recatadamente, y quedose como extasiado y suspenso, que en un rico camarín, sentada, de espaldas a él, delante, de un espejo de Venecia, descubrió a doña Guiomar, que, con el tesoro de sus dorados cabellos se entretenía.

La tomó en sus manos rápidamente, no tardando en reconocer la letra de Melisa. Parecía estar escrita en una hoja arrancada de un viejo libro de notas, y al efecto de evitar alguna indiscreción sacrílega, estaba cerrada con seis obleas rotas. Abriéndola casi tiernamente, el maestro leyó lo siguiente: «Honorable señor: Cuando lea esto, habré huido, para nunca más volver. ¡Jamás, jamás, jamás!

Aún era pronto, faltaban muchos minutos para la hora: lo tratado era ley. Pero Pep, con su testarudez de campesino, se hacía el sordo, repitiendo las mismas palabras mientras se ponía de pie e iba hacia la puerta, abriéndola completamente. «Las nueve y mediaCada uno era amo en su casa, y él hacia en la suya lo que creía mejor. Debía levantarse temprano al día siguiente: «¡Bona nit!...»

Dos veces fué ahora á la ventana, abriéndola para ver su exterior y su interior, con la esperanza de encontrar un papel ó cualquier otro indicio del invisible visitante, llegado con el alba y desaparecido al salir el sol. «Es Federico volvió á decirse ; no puede ser otro... Robledo debe saber donde está. ¡Cómo deseo que vuelva al pueblo para hablarle!...»

No se le cocía el pan, como suele decirse, a la duquesa hasta leer su carta, y abriéndola y leído para , y viendo que la podía leer en voz alta para que el duque y los circunstantes la oyesen, leyó desta manera: Carta de Teresa Panza a la Duquesa Mucho contento me dio, señora mía, la carta que vuesa grandeza me escribió, que en verdad que la tenía bien deseada.

Jamás pude acordarme de todas esas distinciones dije, en tanto interiormente maldecía a Tarlein por no haberme instruido mejor. Pero sabré reparar mi falta. Me dirigí presuroso a la puerta, y abriéndola de par en par entré en la antecámara. Miguel se hallaba sentado ante una mesa, irritado el semblante y torva la mirada.

Había que buscar otra salida, y sus ojos fueron a la ventana, abriéndola luego para asomarse a ella. Con una agilidad simiesca, riendo de su descubrimiento, saltó sobre el alféizar y empezó a descender por el muro, buscando con pies y manos las desigualdades de la mampostería, los alvéolos profundos como peldaños que habían dejado los pedruscos al rodar desprendidos de la argamasa.

Existía la locomotora y hubo que fabricar miles y miles, abriéndola caminos por todo el planeta. La máquina industrial no podía caber en los pequeños talleres de familia, y fue preciso construir monstruosos edificios, más grandes que las catedrales y los templos del paganismo.