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Anastasio, convertido al cristianismo por su esclavo Zacarías, y después de sufrir de Cosroes todo linaje de oprobios y torturas á causa de su nueva religión, que confiesa públicamente, es puesto en libertad, ocupando de nuevo Zacarías su silla episcopal en Jerusalén.

Mientras suceden estas cosas, estalla la desunión en la familia real de Persia, á la cual han llevado cautiva á Clodomira; un hijo de Cosroes, gravemente ofendido por su padre, se acoge á Heraclio con Clodomira, y con su ayuda se apodera de la capital de Persia y recupera la Santa Cruz.

Grande y hermosa es Córdoba, pero bella y grande es tambien la nueva ciudad de la paz, la rica y voluptuosa Bagdad, que Abu-Giaffar Al-mansur confió á las zalamas del Tigris en el asiento mismo de una poética quinta regalada por Cosroes Anuschirevan á su querida.

»Entonces cantaron las vírgenes y los ancianos del Hedjaz: no hay mas Dios que Dios, ¡Mahoma es su Profeta! Poderosa es la raza Coreixí: Dios clemente ha vinculado en ella el precioso collar de Cosroës y las veinte y cinco coronas de los reyes de Iberia .

Este santo, mago y encantador al principio, muestra á los hijos de Cosroes, á sus ruegos, en un espejo negro, la entrada de su padre en Jerusalén; pero, al ver la cruz, su arte es impotente, y le sugiere sus primeras dudas acerca de la verdad de su religión.

La exaltación de la Cruz . Este drama extraordinario trata de la conquista de la Santa Cruz del rey persa Cosroes, y de su instalación en el templo de Jerusalén; pero el objeto del poeta fué personificar simbólicamente en La exaltación de la Cruz la del cristianismo.

Los últimos vienen á demostrar con evidencia que á principios del siglo VII de nuestra Era, el Egipto fué conquistado por Cosroes II, y que la dominación persa en aquel país se extendió hasta la Nubia. Por la materia en que los documentos de la colección están escritos, también hay notable diversidad.

La mayor parte de estas torres se conservan: subsisten tambien aquellos venerables y anchos muros: y si la casualidad, ó el deseo, te llevan, oh paciente lector, á esa antigua ciudad que fué un tiempo el emporio de la civilizacion musulmana de occidente, no dejes de subir á lo alto de la gran mezquita: cuando te halles entre aquellas denegridas y fuertes almenas, que forman un dilatado feston de puntas, ó mas bien dientes de sierra, hollando con tus piés aquellas altivas torres, te imaginarás hallarte recorriendo las terrazas solitarias de los magníficos palacios de los Persas Sassanidas; creerás oir los gritos de guerra del ejército de Khaled y el zumbido de sus voladoras flechas, y ver á la fugitiva dinastía de Cosroes abandonándote el silencioso recinto de sus endentadas construcciones.

Cosroes vuelve triunfante á su capital; planta la cruz robada del Salvador en el templo de Júpiter, y entrega, como esclavo, á Zacarías, patriarca cautivo de Jerusalén, en manos de Anastasio, para que éste le haga apostatar de su fe.