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Es difícil imaginar nada más poético que la descripción del Príncipe, criado en la soledad, ignorante de su nacimiento, demostrando en la primera ocasión que se le presenta su ingénita y natural nobleza. ¡De qué belleza tan arrebatadora es la escena en que Focas encuentra á los dos jóvenes Heraclio y Leonido ante la cueva en que viven, en los montes, y les anuncia el primero que uno de ellos es de sangre real!

¡Pues qué! ¿Amparáisle los dos? Si él nuestra vida ha guardado, ¿No es primera obligación De todos guardar su vida? ¿Luego á ninguno mudó La vanidad de que pueda Ser hijo mío? Y yo, Que aunque ser tu hijo tuviera A soberano blasón, No me ha de exceder á Heraclio en la presunción De ser lo más. ¿Y es lo más Mauricio? . ¿Y Focas? No.

Basta citar nominalmente algunos dramas de Mira de Mescua, para convencerse de esta verdad. La rueda de la fortuna es una comedia de ruido y sin ingenio, que refiere la historia de Mauricio, Phocus y Heraclio, pero sin la profundidad que observamos en la de Calderón.

Calderón finge que Heraclio, hijo de Mauricio, escapó efectivamente de la matanza de toda su familia, y que el usurpador Focas no se creía seguro hasta encontrarlo también y matarlo. El tirano encuentra, al fin, dos mancebos, criados en un desierto por un viejo servidor de Mauricio, siendo uno de ellos hijo de su predecesor asesinado, y suyo el otro, robado en sus primeros años.

Mientras suceden estas cosas, estalla la desunión en la familia real de Persia, á la cual han llevado cautiva á Clodomira; un hijo de Cosroes, gravemente ofendido por su padre, se acoge á Heraclio con Clodomira, y con su ayuda se apodera de la capital de Persia y recupera la Santa Cruz.

El emperador Heraclio, mientras tanto, sabe, por conducto de Clodomira, reina fugitiva de Gaza, que se le presenta suplicante, que Jerusalén ha sido tomada y que se ha arrancado de ella la Santa Cruz; y, si bien hasta entonces había sentido por su futura esposa ardiente amor mundano, lo borra de su corazón y dirige sólo su pensamiento á la noble empresa de recuperar el símbolo del cristianismo.

Las fuentes, indicadas en la nota que va al pie de estas líneas, si se consultan, harán ver la libertad extraordinaria con que Calderón ha utilizado esos hechos históricos . Hace á Heraclio hijo de Mauricio. Supone, que, en vida del último, hubo una reina de Sicilia y un duque de Calabria, vasallos del imperio de Bizancio, lo cual basta para demostrar cuán poco tuvo en cuenta la verdad histórica.

Sin embargo, la colección del Archiduque Raniero encierra centenares de documentos que atestiguan esta dominación, la cual terminó sin duda en tiempo del emperador Heraclio.

Podría esperarse de Corneille, que, al escribir su Heraclio, tuvo á la vista la comedia española , hubiese reformado el plan de Calderón, haciéndolo más consecuente consigo mismo; pero, muy lejos de esto, el francés ha desfigurado lo más importante que le ofrecía el español, no resultando de su trabajo sino una pieza de intriga ordinaria y medianamente confusa.

No hai cosa que se oponga á creer que esta fue la ocasion de las persecuciones de los judíos por Sisebuto en España, i luego por Dagoberto, rei de Francia en sus tierras i señoríos; pero antes de los tiempos del emperador Heraclio, i de sus agüeros i pronósticos, ya habia comenzado Recaredo á oprimir i vejar estas gentes; por donde juzgo que mas que por ajenas persuasiones, se rigió aquel monarca godo por una razon de estado para embarazar los males que ocasionaban al cristianismo la demasiada libertad con que vivian en sus reinos los hebreos.