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Actualizado: 22 de julio de 2025


El de nuestro matrimonio, retonto... Digo, si es que apeteses esta mano, que no tiene nada de blanca ni de suavesita..., ¡bien lo sabes! dijo, sacándola por la reja. Por toda contestación, me apoderé de ella, la llevé a mi corazón y luego la besé repetidas veces. A la noche siguiente me manifestó que se hallaba muy inquieta.

El marqués debía partir dentro de tres o cuatro días, el sábado 6 de mayo, día fijado para la salida del vapor a cuyo bordo tenía ya su pasaje, prometiendo a la vizcondesa en su visita de despedida que desde Nueva York le pondría un telegrama anunciándole su llegada, y como se pusiese de pie para dejarla, la amable señora le presentó sus frescas mejillas cubiertas de rubor, diciéndole simplemente: Bese a su hermana.

Se retiró un instante y volvió trayendo el crucifijo de bronce, que me pasó al través de las rejas. Al tomarlo me apoderé de aquella mano morena y firme y la besé cuantas veces pude con voraz glotonería. ¡Basta, chiquillo! ¿Crees que se va a concluir de aquí a mañana? Me retiré de la reja con pena, ebrio de amor y de alegría.

Conque así, señora, cumplido ya lo de la reprensión y el advertimiento, que bien a mi pesar os he hecho, la medalla dadme, y con ella la licencia de que vuestras manos bese, y a cumplir la penitencia que se me ha impuesto vaya. Dijo todo esto el familiar con voz desfallecida y con ansias, y de tal manera, que para no perder algunas palabras, doña Guiomar tuvo que aguzar el oído.

Yo el mejor día me iré también, y no quiero que a la hora de morir me atormente la idea de que por culpa nuestra has perdido un bienestar que nosotras no podemos darte.... La voz de la anciana iba siendo más débil cada día, y a la menor emoción se le apagaba hasta hacerse imperceptible. Para calmar a la enferma y dejarla tranquila le un abrazo y la besé en la frente.

Echó una mirada hacia atrás y vio que la hermosa monja penetraba en el coro y se arrodillaba cerca de la reja; y sin reparar en lo que hacía se dirigió a ella, diciéndole con voz temblorosa: «Madre, ¿me deja usted una mano para que la beseLa monja le hizo una seña graciosa de que no podía ser, pero levantándose le tendió el crucifijo de su rosario con sonrisa tan dulce y protectora que María, al besarlo, sintiose profundamente conmovida.

¡Dios mío! señora dijo el jefe de negociado , si es una simple definición lo que usted pide, no tardaré en estar en la cama. Los licenciados de presidio son aquellos que ya han cumplido su condena. Permítame usted que le bese la manó y me despida. ¡Cómo! ¿Eso es todo? Absolutamente. Y tenga usted en cuenta que yo soy, en Francia, el hombre que mejor conoce a esas gentes.

Ello es que enjugué mis lágrimas, bajé la cabeza con lentitud y suavidad, y sin rozar apenas con los labios, besé sus mejillas sonrosadas. »Por fortuna se realizó en la reacción. El ultraje recibido se ofreció a mi espíritu. Me llené de rubor. Tuve vergüenza; tuve asco de mi flaqueza. »La idea de matar a Beatriz me solicitó de nuevo la voluntad indecisa. Empuñé el hierro nuevamente.

¿Es para darme un disgusto para lo que ha recurrido usted a Gerardo a fin de que le diese esa flor? pregunté a Luciana. Ha sido para ofrecérsela a usted, caballero respondió poniéndomela en el ojal. Su mal humor parecía disipado y Luciana sonreía embriagándome con su mirada y con el ligero aliento de sus labios. Besé aquellos finos dedos que me condecoraban con tanta gracia, y se firmó la paz.

Creí que iba a hablarme de ello, pero después de tocar distraídamente el anillo algunos instantes, dejó caer la cabeza sobre la almohada. No cuándo volveré a verle dijo con voz apenas perceptible. Tan luego vuelva a necesitarme Vuestra Majestad contesté. Cerró los ojos. Tarlein y el médico se acercaron. Besé la mano del Rey y salí con Tarlein. No he vuelto a ver al joven soberano.

Palabra del Dia

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