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Actualizado: 22 de octubre de 2025
Besémonos y adiós. Besé las mejillas duras y rojas de Petrilla sobre las que, según me temo, algún patán de dulce charla había depositado ya algunos besos furtivos y sonoros. ¡Adiós, Juan! Hasta la vista señorita dijo Juan, riendo estúpidamente, lo que es un modo de demostrar emoción como cualquier otro.
Al vagar toda la noche en el alma desconocida e inquietadora de la ciudad, evoqué, dolorido, sus manos marfileñas y monjiles, sus manos celestes e impuras, divinamente tristes y cruzadas en el fondo de uno de esos pardos y siniestros ataúdes de hospital que conservan hedores de otros cadáveres, y pensé, estremeciéndome hasta los huesos, que en aquella primera noche de la tierra ya el gusano conquistador surgiría de la podre de aquellas manos muertas, que besé tantas veces y por las que había sentido una rara pasión inmaterial.
La calmé, besé sus mejillas y sus ojos preñados de lágrimas, y le supliqué que me abriera su corazón. ¿No eres feliz? ¿Roberto no es bueno contigo? Es bueno conmigo, como el buen Dios; sin embargo no soy feliz, soy muy desdichada, hermanita, más desdichada de lo que puedo decirte. ¿Y por qué, Dios mío? ¡Tengo miedo! ¿De qué? De hacerlo desgraciado, de no ser la mujer que le convenía.
»Al despedirme, el marido me estrechó con efusión la mano entre las dos suyas. No me atreví a tendérsela en seguida a la mujer; pero, en cambio, ¡qué asombro!, me tendió ella la suya. No se la besé, porque no lo juzgara sospechoso por excesivo; pero mis ojos, mal enjutos todavía, volvieron a llenarse de lágrimas.
Hízole mostrar lo que bastaba para dezirme, q. no lo tomase. Con esto ha cessado aquella comodidad. V. Ex.^a me haga md. de mandar que se calle esto hasta q. yo le bese las manos. He buscado en otra casa de religiosos. He hallado en los Bernardinos un religioso q. es El Prouisor de la casa, El principal de la casa, Vassallo de V. Ex.^a natural de Memorancy.
Y la misma Marta me envidiaba, bien lo veía en los ojos tristes que fijaba en él y en mí; habría deseado, para sacrificarlas a Roberto, toda la fuerza, toda la energía que me daba la juventud. La besé, traté de alentarla, y en la mirada suplicante que dirigió a su marido, leí este pensamiento: «Te doy todo lo que soy; perdona que sea tan poca cosa.»
650 Después de mucho sufrir tan peligrosa inquietú, alcanzamos con salú a divisar una sierra, y al fin pisamos la tierra en donde crece el ombú. 651 Nueva pena sintió el pecho por Cruz, en aquel paraje, y en humilde vasallaje a la majestá infinita, besé esta tierra bendita, que ya no pisa el salvaje.
Deja que te bese por primera vez en mi vida. Abrázame, compañera: que vea yo que eres mía, que serás el sostén de mi fuerza, mi apoyo cuando empiece la lucha allá abajo...
¡Oh! sí la dije no puedo vivir separado de ti. Y acercándome a ella, la abracé y la besé en la boca de una manera ardiente. Amparo dio un gritó, se retiró y me miró de una manera profunda. Yo me rehice. He visto la carta en que te anunciaban el triste estado de nuestro amigo la dije. ¡Oh! sí dijo ella rehaciéndose a su vez yo corrí, volé; pero... añadió tristemente todos hemos llegado tarde.
Su señor padre, el duque de La Tour de Embleuse, que me honra con su amistad... ¿Usted conoce a mi padre, señora? interrumpió vivamente Germana . ¿Hace poco que lo ha visto usted? Hace ocho días. Permítame, pues, que la bese. ¡Mi pobre padre! ¿Cómo está? Nos escribe rara vez. Deme noticias de mi madre. La señora Chermidy se mordió los labios.
Palabra del Dia
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