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Anda más de prisa... Ten firme... Aquí, sobre este banco... ¡Santo Dios! ¡si me parece que sueño!... Arrolla la colchoneta por esa punta para quesirva de almohada... Así... Ahora convendría reaccionarla; pero ¡cómo?... Con qué tenemos; pero ¡cómo? vuelvo a decir... Destapa ese otro banco y saca cuantas ropas haya dentro del cajón... ¡En el aire!... Yo, al armario de las bebidas alcohólicas... ¡Inspiración de Dios fue el conservarlas aquí!... ¡Y se resiste la condenada vidriera!... Pues por lo más breve... ¿para qué sirven los puños?... Hágase polvo este cristal, y el armario entero si es preciso... Este ron de Jamaica es lo más apropiado... Una copa también... Ampara esto de los balances, sobre la mesa... pero dame primero una toalla de esas para secarme las manos, que chorrean agua... ¡Qué ha de suceder con esta chaqueta que es una esponja?... ¡Fuera con ella!... Vete echando ron en la copa... Venga ahora... Pero aguárdate que la enjugue antes la cara... ¡Dios de Dios! ¡que yo no pueda hacer aquí lo que es más necesario... casi indispensable!... aflojarla estas ropas empapadas... quitárselas de encima. ¡Si me fuera dado ver y no ver; maniobrar con los ojos cerrados!... La copa enseguida... Ron en las sienes... en las ventanillas de la nariz... entre los labios... ¡Pero si con ese talle tan oprimido no pueden funcionar los pulmones!... Yo bien veo dónde está la abertura de la coraza... pero ¡no sería una profanación poner las manos ahí?... ¡No se me caerían de las muñecas?... Y hay que hacer algo por el estilo, y sin tardanza... Por la espalda si acaso... justo: la misma cuenta sale... Tu cuchillo, Cornias... Ayúdame a ponerla boca abajo... ¡Dios me uno suficiente!... Por si acaso, el filo hacia arriba... Ya está cortada la tela del vestido... Ahora las trencillas del corsé... y estos cinturones... Esta es obra más fácil... Trae aquel impermeable y tiéndele encima de ella y de mis manos, que no tienen ojos... Así... Ya queda el tronco libre de ligaduras... a volverla ahora de costado... ¿Ves cómo respira con menos dificultad?... Más ron enseguida... ¡en el aire, Cornias!

Al punto el Mapono se la echa á cuestas y vuela en alto, quedando la mujer llorando su desventura hasta que tiene noticia de su marido. Vuelve el Mapono, después de largo rato, con alegres nuevas, diciéndola que enjugue las lágrimas, deje de llorar y deponga el luto, porque su marido queda gozando de la vida beatífica de los dioses y la espera para que la haga compañía eternamente en el cielo.

En efecto; el señor de Saint-Crazy recibe a la señorita Fraicherose a su salida de la piscina. Le ha alargado el peinador recio para que se enjugue y la ha secado tiernamente. Luego le ha puesto el peinador de gala, y los dos se han ido a tomar el te debajo de la columnata. FRAICHEROSE. ¡Ay, amor mío...! ¡Qué cosa tan hermosa es ésta...! El agua fría... como una serpiente.

Y cuando su corazón de madre estuvo saturado de orgullo, me hizo sentar a su lado en las almohadas, apoyó su cabeza en y concluyó casi por ponerla sobre mis rodillas. ¡Oh! ¡Qué frescura! murmuró. En seguida cerró los ojos, respirando tranquila y regularmente, como si durmiera. Enjugué con mi pañuelo el sudor que cubría su frente.

Ayudáronle a levantar, y, puesto en pie, dijo: -El enemigo que yo hubiere vencido quiero que me le claven en la frente. Yo no quiero repartir despojos de enemigos, sino pedir y suplicar a algún amigo, si es que le tengo, que me un trago de vino, que me seco, y me enjugue este sudor, que me hago agua.

Ello es que enjugué mis lágrimas, bajé la cabeza con lentitud y suavidad, y sin rozar apenas con los labios, besé sus mejillas sonrosadas. »Por fortuna se realizó en la reacción. El ultraje recibido se ofreció a mi espíritu. Me llené de rubor. Tuve vergüenza; tuve asco de mi flaqueza. »La idea de matar a Beatriz me solicitó de nuevo la voluntad indecisa. Empuñé el hierro nuevamente.