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El laúd, panzudo y pesado, caía tras cada ola con un solemne ¡chap! que hacía saltar las gotas hasta la cara de Juanillo: dos hojas de espuma fosforescentes resbalaban por ambos lados de la gruesa proa, y la hinchada vela, con el vértice perdido en la oscuridad, parecía arañar la bóveda del cielo. ¿Qué rey ni qué almirante estaba mejor que el serviola del San Rafael?... ¡Brrru!

Dejó Engracia caer sobre la artesa la tabla, por cuyas ranuras diagonales resbalaban las irisadas burbujas del jabón, y secándose las manos con el delantal, dijo a Paz, que ya se dirigía hacia el pasillo del portal: Oiga Vd., señorita: usted desimule; aunque sea mal preguntao, ¿es Vd. la señorita Paz, la novia del señorito Pepe? contestó secamente, evitando mirarla cara a cara.

Viajero por amor, tendría que contemplar la felicidad ajena como los eremitas del desierto contemplaban las rosadas y fantásticas desnudeces evocadas por el Maligno. ¡Ay, quién podría darle en viviente realidad la imagen algo esfumada que latía en su recuerdo!... ¡Pasear sintiendo el dulce brazo en su brazo; soñar arriba, en la última cubierta, ocultos los dos detrás de un bote, las bocas juntas, la mirada perdida en el infinito; vivir toda una vida en tres metros de espacio, entre los tabiques de un camarote, despertando del amoroso anonadamiento con la campana del puente, que sonaba, en la inmensidad oceánica, discreta y tímida, como la otra campana monjil!... Y sumiendo Fernando su mirada en los borbotones de espuma moteados de puntos de luz que resbalaban por el flanco del navío, gimió mentalmente, con un llamamiento angustioso: ¡Oh, Teri!... ¡Alegría de mi existencia!

El sol bañaba su revuelta cabellera dorada, que despedía fugaces destellos como en la mañana que por primera vez le vimos. Su faz, pálida entonces por el sueño, lo estaba ahora por la emoción. Pero sus ojos... ¡oh, sus ojos mudaron mucho desde entonces! Ya no eran aquellos ojos fríos y tímidos que resbalaban sobre los objetos sin penetrarlos. Brillaban con inusitado fuego.

Azorado y temiendo oir de un momento á otro la terrible esplosion, Basilio se dió toda la prisa que podía para alejarse del maldito sitio: sus piernas le parecían que no tenían la agilidad necesaria, sus piés resbalaban contra la acera como si anduviesen y no se moviesen, la gente que encontraba le cerraba el camino y antes de dar veinte pasos creía que habían pasado lo menos cinco minutos.

Otras veces, embriagándose de esperanzas, acariciaba proyectos, y soñando juntamente con lo porvenir y lo pasado, le parecía que las lágrimas que le resbalaban desde las mejillas a los labios, tenían el sabor dulcísimo de los besos perdidos. ¡La deshonra! ¿Qué le importaba? ¿Ni a qué echar de menos el encanto de la doncellez jamás había de sentir no poder ofrecérselo a otro hombre?... ¡Qué días tan largos! ¡Qué noches tan tristes!

Iban ya lejos y todavía les seguía la voz de la pobre mujer que gritaba sin cesar: ¡Dios les bendiga, señoritos! ¡Que nunca pase la desgracia por su casa...! ¡Que Dios la proteja, señorita, que Dios la proteja y ya que no ve la tierra le haga ver el cielo! Ya lo estoy viendo murmuró Visita mientras dos lágrimas resbalaban por sus mejillas. El coche les esperaba abajo.

Entonces se acordaba de su joven esposa, de su hijo Gregorio, muerto en la flor de la edad, creía verlos nadar en el éter sonriéndole, y algunas lágrimas resbalaban suavemente por sus mejillas.

A veces era tan fino el tapiz de yerba menuda entre brezales rastreros y apretados, que resbalaban sobre él los caballos con mayor frecuencia que sobre los pedruscos y lastrales del camino andado por la finde del valle; pero como había espacio abundante y desembarazado en todas direcciones, aprovechaba yo bien estas ventajas para cuartear a mi gusto la subida e ir ganando la altura por donde mejor me pareciera.

Bien dijo la brigadiera con voz un poco temblorosa. ¿Y consentiría V. que me viniese a vivir con ustedes? ¿Por qué no? ¡Oh mamá! exclamó Miguel enternecido; me hace V. feliz con esa respuesta. ¡Tengo unos deseos tan vivos de vivir con VV.!... Y apoderándose al mismo tiempo de una mano de la brigadiera, la besó con efusión repetidas veces, mientras dos lágrimas le resbalaban por las mejillas.