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Pero yo iba diariamente a la iglesia, y platicaba en espíritu con la penitente, considerándola regenerada, como lo estaba yo. Murió la infeliz, a los cuarenta y cinco años de su edad. Gestioné el permiso de sepultura en el interior del edificio, y desde entonces protegí más la Congregación, la hice enteramente mía, porque en ella reposaban los restos de la que amé.

Es así como la visión de una América deslatinizada por propia voluntad, sin la extorsión de la conquista, y regenerada luego a imagen y semejanza del arquetipo del Norte, flota ya sobre los sueños de muchos sinceros interesados por nuestro porvenir, inspira la fruición con que ellos formulan a cada paso los más sugestivos paralelos, y se manifiesta por constantes propósitos de innovación y de reforma.

Más, si alguno me cuenta tu pasado, con su lengua traidora cual la hiedra, le diré: "Si estás limpio de pecado tu el que arrojes la primera piedra". No llores, pues, mitiga tu quebranto, y enjuga de una vez tu amargo llanto, porque empaña el fulgor de tu mirada. No creas que, aún que muchos te maldicen, también hay labios que tu amor bendicen porque saben que estás regenerada....

Tal vez la humanidad procure ser mejor después de esta prueba terrible; tal vez se regenere y aprenda á vivir por primera vez con un poco de lógica. Luego sonrió irónicamente, como su maestro. Se sentía invadido por la eterna duda, y continuó: Aunque nadie puede afirmar si esta pobre humanidad merece la pena de ser regenerada y que alguien se ocupe de su porvenir....

Pero cuando la sangre regenerada circule por sus venas, cuando el aire del cielo ensanche su pecho, cuando los perfumes generosos de la campiña hablen a su corazón y hagan latir sus sienes, cuando el pan y el vino, esos presentes de Dios, hayan reparado sus fuerzas, cuando un ardor impaciente la haga correr desalentada bajo los grandes naranjos del jardín, entonces entrará en una nueva belleza... y don Diego tiene ojos.

Habia podido comparar la vieja España, representada en Toledo, con la España regenerada y progresista, revelada en Barcelona y Madrid: la primera basada en el aislamiento, inmóbil, indolente, rezandera en demasía, miserable y mendicante: la segunda buscando el progreso en la libertad y el movimiento, despreocupada, tolerante y pensando seriamente en lo porvenir.

Se dijo que más de un alma se sintió regenerada con la eficacia de aquel discurso, y que fueron muchos los que juraron eterna gratitud al Sr. Dimmesdale por el bien que les había hecho. Pero, cuando bajó del púlpito, le detuvo el anciano sacristán presentándole un guante negro que el ministro reconoció por suyo.

¿No la veréis vosotros la América que nosotros soñamos; hospitalaria para las cosas del espíritu, y no tan sólo para las muchedumbres que se amparen a ella; pensadora, sin menoscabo de su aptitud para la acción; serena y firme a pesar de sus entusiasmos generosos; resplandeciente con el encanto de una seriedad temprana y suave, como la que realza la expresión de un rostro infantil cuando en él se revela, al través de la gracia intacta que fulgura, el pensamiento inquieto que despierta?... Pensad en ella a lo menos; el honor de vuestra historia futura depende de que tengáis constantemente ante los ojos del alma la visión de esa América regenerada, cerniéndose de lo alto sobre las realidades del presente, como en la nave gótica el vasto rosetón que arde en luz sobre lo austero de los muros sombríos.

Sean estos poetas los tres italianos contemporáneos, Manzoni, Leopardi y Carducci. ¿No es raro fenómeno que nos encante el himno sacro a La Pentecostés, lleno de profunda fe católica y de la viva esperanza de que la religión de Cristo es la definitiva religión de nuestro linaje, informando y causando todo su progreso y mejora; que nos encante también la oda A las fuentes del Clitumno, cuya inspiración es enteramente contraria, saludando con júbilo el poeta a la humanidad que supone regenerada porque reniega de creencias que la envilecen y adopta algo a modo del gentilismo antiguo; y que nos encanten, por último, no ya las esperanzas católicas de Manzoni, ni las esperanzas gentílicas de Carducci, sino la desesperación sublime y el pesimismo de Leopardi, que niega a Dios, o le llama con espantosa blasfemia feo poder que impera oculto para daño de todas las criaturas?

; pero es de satisfacción, por verla a usted tan regenerada... ¡Quién le tose a usted ahora, hallándose en relaciones con personas de la corte celestial...! Y nada más... ¿Pues qué se creía usted?