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Yo, la mujer desenvuelta, fría y despreocupada de los salones; la dama de los grandes recursos para la intriga; la afamada humorista de las ocurrencias felices, ni siquiera di en el sencillo intento de deshacer con una negativa terminante aquella tempestad de desdichas que bramaba sobre mi cabeza..., porque me hubiera bastado eso solo para conseguirlo: después me he convencido de ello pensándolo con serenidad.

Desde que nació su hija, luchaban en ella dos pasiones que se aborrecían como el perro y el gato, una buena y otra mala: la de madre escrupulosa y amante, y la de mujer de mundo, alegre y despreocupada.

Desnudola el infeliz, lleno de angustia; y, a buena cuenta, la dio unos fregoteos de arriba abajo con unos herbachos secos que había a sus alcances: lo que me ha dado ocasión para pintar una escena muy notable del género naturalista, que es el que impera hoy en todas las manifestaciones del arte... Resultado, que la chica vuelve en ; que se pasa la mañana con el chico; que, en tanto, se le va secando la ropa al sol; que se la viste al fin, y que arreglado también el barquichuelo por el diligente y placentero galán, Hero se vuelve a su casa tan despreocupada y campante como si no hubiera roto un plato... Tampoco en este cuentecillo, considerado aisladamente, hay cosa en que pueda cebarse la malicia del lector al primer golpe; pero vaya usted observando que el cuento sigue inmediatamente, en el orden de colocación en el periódico, a la relación del percance del jueves; y va seguido, a su vez, de esta noticieja, que no puede ser más inocente: «Dentro de muy pocos días llegará a Villavieja un acaudalado, culto y distinguido joven, ciudadano de una de las más florecientes repúblicas hispano-americanas, e hijo de dos ilustres villavejanos, cuyos deudos y tierra nativa viene a conocer el ilustre viajero, después de haber recorrido lo más digno de verse en Europa.

Y en estos sitios, como si se gozase en mostrar su poder, adoptaba un continente grave y severo que en otras partes no se le conocía. Cuando daba con alguna familia despreocupada, con poca afición a la iglesia, ensanchaba la manga, se hacía benigno y tolerante, procurando nada más que guardasen las formas y no diesen mal ejemplo a los otros.

Precisamente en una de las pocas ocasiones en que la despreocupada joven no estaba atenta a los discursus del banquero, que la divertían sobremanera. Prefería, por el momento, la conversación de Pepe Guzmán, pájaro de mayor cuenta que su amigo Gonzalo. El tal Guzmán, aunque de segunda rama, era también vástago aristocrático: de la ilustre cepa de los Valdejones.

En aquella casa sólo había encontrado una amistad franca y despreocupada, un compañerismo algo irónico, como de persona obligada por la soledad a escoger entre los inferiores el camarada menos repulsivo. ¡Ay! cómo veía aún las risas escépticas y frías con que eran acogidas sus palabras, que él creía de ardorosa pasión. ¡Qué carcajada aquella, insolente y brutal como un latigazo, el día en que se atrevió a decir que estaba enamorado!

Partiendo de la hipótesis de que debía ser ahorcado en virtud de principios generales, lo favorecían permitiéndole más amplio derecho del que su despreocupada osadía reclamaba. El representante de la justicia parecía más inquieto que el mismo preso, quien indiferente para los demás, afectaba al parecer una lúgubre satisfacción en el conflicto a que había dado lugar.

La corta avenida era un atajo cada vez más frecuentado, y todos los transeuntes lanzaban al pasar una mirada curiosa sobre la señora elegante y su compañero, sentados al amparo de un grupo de vegetación, con el aspecto encogido y falsamente natural de las personas que desean ocultarse y fingen al mismo tiempo una actitud despreocupada. ¡Qué fastidio! gimió Margarita . Nos van á sorprender.

Los dos hombres eran intrépidos; ambos de sangre fría e independientes, y ambos tipos de una civilización que en el siglo XVII hubiera sido llamada heroica, y en el siglo XIX sólo despreocupada. ¿Qué llevas? muestra el juego dijo Tennessee con tranquilidad. Dos triunfos y un as contestó el forastero con la misma sangre fría, enseñando dos revólveres y un cuchillo. Paso repuso Tennessee.

Contemplola largo tiempo, levantó indignada su cabecita, y la desviación de sus ojos aterciopelados se acentuó. Luego volviose, y lanzando una carcajada, despreocupada y resuelta corrió hacia el armario, donde colgaban sus preciosos vestidos, y los inspeccionó con visible excitación.