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Media noche era por filo, poco más a menos, cuando don Quijote y Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso. Estaba el pueblo en un sosegado silencio, porque todos sus vecinos dormían y reposaban a pierna tendida, como suele decirse. Era la noche entreclara, puesto que quisiera Sancho que fuera del todo escura, por hallar en su escuridad disculpa de su sandez.

Reposaban a la par el cuerpo exento de males y la conciencia libre de impurezas. De fijo hacía mucho tiempo que su madre no dormía así. Aquella misma tarde la duquesa mandó recado al capellán, rogándole que pasase a su gabinete. «¿Qué me querrá? se dijo Lázaro. Sabrá que no ignoro su falta?

A las nueve muy largas, cuando cerca de cinco mil barquillos reposaban en el tubo, todavía el padre y la hija no habían cruzado palabra. Montones de brasa y ceniza rodeaban la hoguera, renovada dos o tres veces. La niña suspiraba de calor, el viejo sacudía frecuentemente la mano derecha, medio asada ya. Por fin, la muchacha profirió: Tengo hambre.

Junto á las paredes, en casi toda la extensión del local, montones de paja sobre la cual reposaban veinte ó treinta arqueros de la Guardia Blanca, sentados ó reclinados sobre el codo, sin capacetes, coletos ni espadas y con sendos recipientes de cuero y estaño llenos de cerveza ó vino, según el gusto de cada cual.

D. Anselmo era además un parlanchín de siete suelas, y nada le encantaba más que el que le oyesen. Sólo se reposaban ambos en sus discusiones cuando jugaban al ajedrez. Solían jugar uno o dos juegos diarios. Don Anselmo, contaría ya sesenta años de edad.

Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza y San Luis reposaban, más bien que se movían, bajo la influencia de Quiroga. Lo diré todo de una vez: el federalismo había desaparecido con los unitarios, y la fusión unitaria más completa acababa de obrarse en el interior de la República en la persona del vencedor.

Entregose con afán a la mejora de su finca: logró comprar otra contigua de enorme extensión y la añadió a la suya. Esta nueva finca, que había sido residencia antiguamente de una comunidad de frailes, se componía de monte y tierras laborables, y contenía además dos grandes charcas donde se criaban sabrosas tencas y se cazaban las aves emigrantes que allí se reposaban.

Al ver a Stein, le propuso que le acompañase; este aceptó, y los dos se pusieron en camino en dirección al lugar. El día estaba tan hermoso, que sólo podía compararse a un diamante de aguas exquisitas, de vivísimo esplendor y cuyo precio no aminora el más pequeño defecto. El alma y el oído reposaban suavemente en medio del silencio profundo de la naturaleza.

Era allí donde reposaban y se bañaban las princesas, las damas de corte y las esclavas, gozando con infinita voluptuosidad bajo un cielo admirable, entre mil perfumes, rumores y caprichos, en albercas y tinas de mármol, y teniendo al derredor el horizonte mas encantador del mundo.

Mercaderes de Ofir, buhoneros de Damasco cruzaban a toda hora las puertas anchurosas, y ostentaban en competencia, ante las miradas del rey, las telas, las joyas, los perfumes. Junto a su trono reposaban los abrumados peregrinos.