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A las nueve muy largas, cuando cerca de cinco mil barquillos reposaban en el tubo, todavía el padre y la hija no habían cruzado palabra. Montones de brasa y ceniza rodeaban la hoguera, renovada dos o tres veces. La niña suspiraba de calor, el viejo sacudía frecuentemente la mano derecha, medio asada ya. Por fin, la muchacha profirió: Tengo hambre.

En efecto, el pequeño trozo de cerdo era un regalo de la excelente dueña de casa, la señorita Priscila Lammeter, a quien había ido a llevar aquella tarde una linda pieza de hilo, y era sólo en tales circunstancias que Marner se permitía comer carne asada. La cena era su comida favorita, porque coincidía con la hora deliciosa para él en que le alegraba su contemplado tesoro.

TERNERA ASADA. En manteca o aceite se dora bien la carne, sazonada con sal y vino blanco; se agregan unas rajas de cebolla y se deja cocer unas tres horas; puede servirse con puré de patatas.

«También es contra aire la pepita de Calombibit ó Dalogdog, pues para el que padece este mal se le debe de dar medio vaso de agua mezclada con la pepita de dicha yerba asada y polvoreada y se sanara. «Las hojas de la yerba Rangá ó Camantigue haciendo en cocimiento es bueno para lavar la herida ó llaga que provenga de la enfermedad gangrena.

Se mantienen sobre el fuego durante un cuarto de hora, cuidando de volverlas con manteca, y cuando estén pasadas se disponen sobre una fuente, y se sirven con una salsa de tomate. TERNERA ASADA EN SU JUGO. Se toma un trozo de ternera y se sala; póngase en una tartera con manteca de cerdo media hoja de laurel, uno o dos granos de pimienta, un clavo de especias, y se mete en el horno fuerte.

-Vuestra merced tiene razón, señor gobernador -respondió el médico-; y así, es mi parecer que vuestra merced no coma de aquellos conejos guisados que allí están, porque es manjar peliagudo. De aquella ternera, si no fuera asada y en adobo, aún se pudiera probar, pero no hay para qué.

Decíame don Diego que qué haría él para persuadir a las tripas que habían comido, porque no lo querían creer. Andaban vaguidos en aquella casa, como en otras ahitos. Llegó la hora del cenar pasóse la merienda en blanco ; cenamos mucho menos, y no carnero, sino un poco del nombre del maestro, cabra asada. Mire vuestra merced si inventara el diablo tal cosa.

Cornelio y Hans cazaron una docena de papagayos y una bernicla jubata del tamaño de un pavo, a la cual sorprendieron en la orilla interna del atol. No sólo no les faltó, pues, qué comer, sino que hasta se regalaron con la carne asada de esas aves, que es un manjar sabroso y delicado. Después de mediodía el Capitán dió la orden de marcha.

Toribio le dijo, ¿por qué te entretienes aquí sacudiendo á esta morralla que no vale una castaña asada, cuando allá abajo el nieto de la tía Basilisa, más furioso que un jabalí, está volcando los mozos como si fuesen pucheros de barro?

Y después de limpiar el sudor frío y viscoso de la cara de la enferma, ofreciole la alcazarra de agua. ¡Bebe, hija de mis entrañas! ¡Mi blanca paloma!... Y la mísera paloma, herida de muerte, después de beber, asomaba su lengua entre los labios violáceos, cual si quisiera prolongar la sensación de frescura: una lengua seca, de rojo tostado, como una lonja de carne asada.