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Acometióla luego el bonzo mas eloqüente, y despues el mas intrépido: al primero le trató de parlanchin, y no pudo entender qual fuese el mérito del segundo. Todo se cifra en el corazon, dixo: yo no he de ceder ni al oro de un jorobado, ni á la hermosura de un page, ni á las artes de un bonzo; ni he de querer á nadie mas que á Nabuzan; hijo de Nuzanab, esperando á que él me corresponda.

Di , parlanchín gritó una voz detrás del corrillo . ¿Se ha muerto también la Pimentosa? Para eso va. Esta mañana despertó con el mal. ¿Ha bebido agua? Ha tomado los mismos polvos como medicina. Una exclamación de horror acogió esta terrorífica aseveración. ¿Quién se los ha dado? Curas y frailes que todos son unos.

Pues lo mejor es que no tengo sólo macho el entendimiento, sino también la voluntad; y con todo, en el conjunto, disto bastante de ser un macho, como hay tantos por ahí. ¡Vaya si viene Vd. parlanchín y si saca alicantinas! Don Luis se calló: jugó unas cuantas veces, y tuvo tan buena fortuna, que ganó casi siempre. El conde comenzó a cargarse.

Después buscó el modo más natural de entablar conversación con don Braulio, y como si fuese un señor tan formal y de peso como él, le entretuvo más de media hora sobre materias importantes. Hizo más aún. Hizo algo que parecía imposible, dado lo parlanchín que era: supo callarse, escuchar con atención y obligar a don Braulio a que hablara, de lo cual don Braulio salió encantado.

El intérprete es rubio, rosado, pelo rizado; un lindo húsar azul, bien humorado e ingenioso; un poco parlanchín, ¡habla tantas lenguas! un poco escéptico, ¡ha conocido a Renán en la escuela orientalista! gran aficionado al sport, tan satisfecho en el vivac árabe como en las veladas de la subprefectura, bailarín como nadie y que hace el cuscús como cualquiera.

Basta de broma: de él no se burlaba nadie. El diputado se inmutó viendo casi perdida la confianza del roder. Ese abogado es un ignorante. ¿Crees que para el gobierno hay algo imposible? Cuenta con que pronto saldrás de penas: te lo juro. Y le anonadó con su charla; le encantó con su palabrería, conociendo de antiguo el poder de sus habilidades de parlanchín sobre aquella cabeza fosca.

Es un joven de cincuenta años; hermosote, sonrosado, con grandes melenas, como león genuino del Atlas; lente inamovible, sonrisa ídem, apretones de manos a diestro y siniestro; gran parlanchín, bulle bulle, turbulento para echarla de vivo; como aquel alemán, que con el mismo objeto se tiró por la ventana; gran amigo de apuestas; célebre sportman; poseedor de vastas minas de carbón de piedra, que le producen veinte mil libras de renta.

Quería saber qué era de su sobrina Sagrario y lo que había ocurrido en casa de su hermano. Usted que es tan buena, tía, usted me lo dirá. Todos parece que teman hablar de eso. Hasta mi sobrino el Tato, que es tan parlanchín y despelleja a todos los de las Claverías, calla cuando le pregunto algo. ¿Qué ocurrió, tía...? Se ensombreció el rostro de la vieja.

Al cerrar la noche de aquel día sólo quedaban del temporal unos rumores lejanos e intermitentes, a manera de jadeo de su cansancio después de una brega feroz y continua durante semana y media. Con este motivo fue la tertulia algo más animada que las anteriores últimas, y hasta el patriarca presidente de ella parecía otro por lo parlanchín que estuvo y lo espabilado de humor.

No contento con esto, quería divertirse a costa de él, y recordando un pasaje de la vida de Estupiñá que le habían contado, decíale: «A ver, Plácido, cuéntanos aquel lance tuyo cuando te arrodillaste delante del sereno, creyendo que era el Viático...». Al oír esto, el bondadoso y parlanchín anciano se desconcertaba.