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Aun durante la misma conquista, por mucha importancia que se á la superioridad de nuestra caballería, de las armas de fuego y de la pericia militar, no se comprende cómo unos pocos españoles pudieron vencer y sujetar con crueldades á grandes muchedumbres y á poderosos imperios.

De modo que los jóvenes tienen más espíritu de justicia que los viejos, y además se dan el placer ¡el más intenso de todos los placeres! de gozar de una sensación estética todavía no desflorada por las muchedumbres. Vicente Espinel era un modernista, hizo lo que hoy están haciendo los poetas jóvenes: innovó en la métrica.

Ser dueño del movible palacio que al anclar frente á las ciudades hacía correr á las muchedumbres como un espectáculo raro no era suficiente para Miguel Fedor. Y creó algo más interesante aún que los salones lujosos y las refinadas comodidades del Gaviota II: su orquesta. La sensualidad de la música era para él la más preciosa de las emociones.

Genio Montalvo; genio José Martí. El primero con una sombra: el arcaísmo; el segundo, sin sombras y sin manchas. La estulticia de las muchedumbres, el espíritu fácil al aplauso de nuestra raza, la lisonja desmesurada de los gacetilleros, el coro vacuo y frívolo de las mediocridades, han hecho aparecer en ocasiones como lumbreras a seres que apenas han tocado los primeros peldaños de la gloria.

En la sucesión graduada de los baños calientes, tibios y casi fríos, la piel tomará ese hábito, esa necesidad: experimentando sed, beberá más y más todos los días. Durante la ruda ceremonia de los primeros baños fríos debe evitarse al menos la odiosa indiscreción de las muchedumbres.

Y acompañaban con una canturria á media voz la música litúrgica de Los segadores. Ulises recordaba con nostalgia su vida de comandante de trasatlántico: una vida amplia, mundial, de incesantes y variados horizontes, de muchedumbres cosmopolitas. Se veía detenido en las cubiertas por grupos de muchachas elegantes que le pedían nuevos bailes en la semana.

La fertilidad de los campos extendidos en su falda llamaba á desde todas partes á las muchedumbres que allí iban á encontrarse, ya para mezclarlas, ya para matarse unas á otras. Finalmente, el Olimpo domina los desfiladeros que forzosamente habían de seguir las tribus ó los ejércitos en marcha, de Asia á Europa ó de Grecia á los países bárbaros del Norte.

Lo más curioso era que aquella gran cofradía creía, o estaba empeñada en hacer creer, que era el partido quien concebía los profundos programas electorales, y la verdad era que el gran partido solía convertirse en un ser tan pasivo como los ídolos asirios, que aterraban o entusiasmaban a las muchedumbres según el humor del gran sacerdote que gobernaba los resortes ocultos de la deidad.

Remontaba el curso de su existencia. ¡La sorpresa, la cólera ante esta jugarreta cruel del amor, que había venido á interrumpir sus mejores años!... Su indignación fué semejante á la de los ciudadanos de la antigua Grecia que se amotinaron al saber que estaba encinta una cortesana considerada como una gloria nacional, una beldad que las muchedumbres venían á ver de muy lejos cuando se exhibía desnuda en las fiestas religiosas.

Las estaciones, custodiadas militarmente, sólo admitían á los que habían adquirido un billete con anticipación. Algunos esperaban días enteros á que les llegase el turno de salida. Los más impacientes emprendían la marcha á pie, deseando verse cuanto antes fuera de la ciudad. Negreaban los caminos con las muchedumbres que avanzaban por ellos, todas en una misma dirección.