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Ya se comprende que entre las cigarreras marinedinas cuatro mil mujeres al fin y al cabo había muchas que querían enviar a sus hijos difuntos aquella caricia de ultratumba, fundir el hielo de la muerte al calor de la pobre candelilla; por otra parte, aun las que no tenían niños vivos ni difuntos habían comprado romero gustándoles su olor, y propuestas a llevarlo a la misa de la Candelaria, que al fin, como decía la señora Porcona con tono sentencioso, era «un día de los más grandes, hiiiigas... porque fue cuando la Virgen sintió el primer dolorito, por razón de que un cura que le llamaban Simeón le anunció lo que tenía que pasar Cristo en el mundo». La tarde de la Candelaria, Amparo, llevando el romero bendito oculto en el pecho, despedía un aroma balsámico, que pudiera tomarse por suyo propio; tal era la lozanía y vigor de su organismo, cuya robustez, vencedora en la lucha con el medio ambiente, había crecido en razón directa de los mismos peligros y combates.

Son las áureas notas una fuente de ledo murmullo o el enamorado arrullo de la tórtola: la Luna en la dormida laguna vierte miradas de plata, y en el éter y en las linfas palpita la serenata... ¡Y cómo en el aire flota la áurea nota! ¡Cómo brota, cual dice la dicha ignota, en el balsámico efluvio de noche primaveral! ¡Y cuán dulce y cuán sonoro, din dan, din dan , es el coro, din dan, din dan , de la campana de oro, que en su lengua musical celebrando está el misterio de la noche nupcial.

Al pensar esto, una bocanada de humo balsámico salía del corazón de la dama, llenaba todo su tórax y se le subía hasta la nariz, dándole un picor muy vivo y ahuecándosela considerablemente. Por fin el cerebro de Bringas, tras un laboriosísimo parto, dio a luz esta idea: ¿Se habrán casado?...

El nogal entreteje su anchuroso ramaje con el caoba y el ébano; el cedro deja crecer a su lado el clásico laurel, que a su vez resguarda sobre su follaje el mirto consagrado a Venus, dejando todavía espacio para que alcen sus varas el nardo balsámico y la azucena de los campos.

Al despuntar la aurora del siguiente día Sola se levantó, y abriendo de par en par la ventana de su cuarto, que daba al campo, y a cuyo alféizar subían las ramas más altas de los almendros, aspiró el aire balsámico de la mañana y miró los senderos, el suelo, la torre de la catedral insigne, que a lo lejos y en medio del verdor oscuro del paisaje lucía como un ciprés de piedra, dejó correr luego sus miradas por el suelo adelante hasta el horizonte, término de amarillentas lomas y de azulados pedregales; fue con su espíritu más allá del horizonte mismo; volvió con tristeza.

Ahí tiene Vd. mi pueblo, señor capitán, me dijo el cura. Me parece muy pintoresco, le contesté, a juzgar por la posición de las luces, y por el aire balsámico que nos llega y que revela que allí hay pequeños jardines. , señor; los hay muy bonitos.

Alzábase en medio de una atmósfera radiante y espléndida, dibujando sobre ella sus graciosos contornos y esparciendo por el ambiente balsámico influjo.

De nuevo vaciló Baltasar un minuto. No era creyente macizo y fervoroso como Amparo, pero tampoco ateo persuadido; y sacudió sus labios ligero temblor al proferir la horrible blasfemia. Una cabeza pesada, cubierta de pelo copioso y rizo, descansaba ya sobre su pecho, y el balsámico olor de tabaco que impregnaba a la Tribuna le envolvía.

Y estos no tienen místicos perfumes Del balsámico aliento del Señor, Ni del artista los ligeros tintes, Ni el trazo fuerte del pensar creador. Son el aroma de las flores secas, Ecos errantes de cancion fugaz, Gotas amargas á la vez que dulces Con que el destino humedeció mi faz.