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Era preciso que no fuese ya el macizo y voluminoso pilar romano el que contrarestase el empuje de la bóveda, sino que el contraresto viniese de otro empuje diametralmente opuesto y esterior, para que el pilar sobre que arrancaba el arco toral quedase simplemente reducido al oficio de apoyo y sosten de un peso obrando verticalmente.

Los viejos se alejan. Están a solas Apolonio y el confitero francés. Apolonio habla, con su acostumbrada prosopopeya. El confitero escucha, con su regocijo acostumbrado. Después de un rato de palique, el señor Colignon se encamina hacia el lugar en donde Belarmino ha permanecido sin moverse. El banco donde descansa Belarmino está emboscado en un macizo de laureles, al modo de muro en semicírculo.

De entre un macizo de follaje salía una pareja de guardia civil, cuyos tricornios enfundados de blanco casi llegaban al campanario de una torre, y en la fachada de un ventorrillo de cartón se leía la palabra vino.

Don Víctor gritó: Ana ¡a bailar! Álvaro, cójala usted.... No, quería abdicar su dictadura el buen Quintanar; don Álvaro ofreció el brazo a la Regenta que buscó valor para negarse y no lo encontró. Ana había olvidado casi la polka; Mesía la llevaba como en el aire, como en un rapto; sintió que aquel cuerpo macizo, ardiente, de curvas dulces, temblaba en sus brazos.

Una vez, sorprendiome Magdalena en las alamedas del parque, en medio de mis reminiscencias; acompañábala Julia llevando un enorme fajo de crisantemos que había cogido para ponerlos en los jarrones del salón. Un macizo, poco espeso, de laureles, nos separaba. ¿Está usted componiendo algún soneto? me dijo a través de los árboles. ¿Un soneto? ¿A propósito de qué?

Á los trescientos ó cuatrocientos pasos de la casa de la Ciudad, vi un edificio grande, muy grande, negruzco, pesado, macizo, como si estuviese apilado sobre sus cimientos: un palacio lóbrego, que parece más bien una fortaleza, ó una prision de Estado. Era el palacio de las Tullerías.

Mejor hiciérades, pues, en apretaros las agujetas y arremeter con la Escritura y Santo Tomás, que éste es macizo sustento y lo otro golosina de arrabal; éste, camino áspero, pero seguro; aquél, el atajo peligroso; ésta, la bienhechora luz; lo otro, el humo irritante que perturba la visión y el cerebro. La obscuridad embozándole el rostro favorecía su discurso.

E imaginó ver una figura de mujer hermosísima, que surgía de entre un macizo de plantas tropicales, intensamente iluminadas por la batería del gas de un escenario, y envuelta en humo rojizo de bengalas. Estaba medio desnuda y circundada de resplandor vivísimo, destacando las gallardas líneas y el blanco bulto de su cuerpo sobre un amplísimo manto rojo que le pendía de los hombros.

De nuevo vaciló Baltasar un minuto. No era creyente macizo y fervoroso como Amparo, pero tampoco ateo persuadido; y sacudió sus labios ligero temblor al proferir la horrible blasfemia. Una cabeza pesada, cubierta de pelo copioso y rizo, descansaba ya sobre su pecho, y el balsámico olor de tabaco que impregnaba a la Tribuna le envolvía.

Miraron todos a Currita con grande extrañeza y aire de pregunta al saber la marcha de Jacobo, y Villamelón, suspendiendo por un momento la actividad febril con que manejaba el trinchante de oro macizo, regalo de Fernando VII, dijo con voz lastimosa: ¡Jacobo anda mal y me da pena!...