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¡Bah! ¡Bah! silbó de nuevo Perico, indicando su desdén hacia todo sentimentalismo, ensueño o análoga nimiedad amorosa . Eso no vale nada, nada... como no le esperen a Miranda peores ratos... tiene bemoles, bemoles, eso de torcerse una pata, y esperarse dos días a que la enderecen, enderecen... dejando a su novia andar por esos mundos.... Es divino, divino.

No fingas, no; que es grande picardia: Refiere sin doblez lo que ha pasado, Con nimiedad escrupulosa y pia; Y en todo cuanto escribas ten cuidado De no olvidar las fechas y las datas, Que así lo debe hacer un hombre honrado.

No fue, sin embargo, hasta después del admirable cuadro que en el salón de 1875 expuso Jacques Fabrice, que su reputación quedó sentada cual hecho indiscutible; hasta entonces la fama de su competencia no había traslucido fuera de un limitado círculo de amigos y de admiradores, porque su trabajo, lento y concienzudo hasta la nimiedad, su gusto difícil, su horror a lo vulgar, en una palabra, su probidad artística, fueron causas que retardaron esa revelación brillante de su luminoso talento.

Me parece que el Creador, al producir su universo tan completo en belleza, al arrojar una magnificencia tan maravillosa sobre las obras salidas de sus manos, y al hacer contrastar sus riquezas de una manera tan humillante con la miseria de nuestros sentimientos, ha querido revelarnos por un objeto de comparación sensible la nimiedad de todos los placeres que nos procuramos fuera de él y de todos los juicios que fundamos sobre la vana opinión de la multitud.

He contado esta nimiedad tan íntima, tan personal, a guisa de ejemplo, para demostrar que no debe mantenerse contradicción en cosas sin importancia. Una herida de amor propio tarda mucho en curarse; quizá no cicatriza bien nunca. Queda siempre un sordo resentimiento. Y el resentimiento la misma palabra lo dice es el sentimiento más terne, más perenne, de más triste duración.

No había motivo racional ya para dejar a Luz en Madrid un verano entero, ni su madre podía resignarse a pasarle en la calle del Barquillo, ni tampoco a viajar con el estorbo peligroso de su hija; y como a ésta lo mismo le importaba entrar en el nuevo colegio con la primavera que con el otoño, la marquesa había preferido la primavera, de la cual pensaba hacer algo como prólogo de su excursión de verano; excursión planeada hasta la nimiedad, durante el invierno, con Leticia y con Sagrario, que habían de representar grandes papeles en ella.

Juan Montiño empezaba á perder la paciencia; su tío interrumpía á cada paso su diálogo con él para acudir á cualquier nimiedad; se le iba, se le escapaba de entre las manos, y no le prestaba la mayor atención; pero si Juan Montiño hubiera podido penetrar en el pensamiento de su tío, hubiera visto que desde el momento en que había reparado en su semblante, el cocinero del rey había necesitado de todo su aplomo, de toda su experiencia cortesana para disimular su turbación.

Pero Moratin habla como poeta, y no piensa que pueda haber una sociedad que busque, en las pocas memorias coevas, tradiciones ciertas de su infancia: porque en este caso los defectos que ridiculiza le hubieran parecido otras tantas recomendaciones. Si algo falta al autor de la Argentina es la nimiedad escrupulosa, que tanto desagrada al Terencio español.

Sorbete Josefina García estaba aquella noche muy compuesta y emperejilada en el paseo de las Filas, y la acompañaban las de Sobrado. Cuanto se ponía Josefina ajustábase siempre a los últimos decretos de la moda, no sin cierta exageración y nimiedad, que olía a figurín casero.

Algo desusado y anormal notaron en él, pues tomaba el dinero maquinalmente y sin examinarlo con roñosa nimiedad, como otras veces, cual si tuviera el pensamiento á cien leguas del acto importantísimo que estaba realizando; no se le oían aquellos refunfuños de perro mordelón, ni inspeccionó las habitaciones buscando el baldosín roto o el pedazo de revoco caído, para echar los tiempos á la inquilina.