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Estaba, naturalmente, más conmovido que yo porque amaba profundamente a su señor. No temía por mismo, nadie hubiera creído de él semejante cosa; pero le aterrorizaba el pensar en lo que podía revelarnos aquel sótano.

Me parece que el Creador, al producir su universo tan completo en belleza, al arrojar una magnificencia tan maravillosa sobre las obras salidas de sus manos, y al hacer contrastar sus riquezas de una manera tan humillante con la miseria de nuestros sentimientos, ha querido revelarnos por un objeto de comparación sensible la nimiedad de todos los placeres que nos procuramos fuera de él y de todos los juicios que fundamos sobre la vana opinión de la multitud.

Otro tanto sucede con las madréporas. En su desnudez presente, convertidas de pinturas en esculturas, más abstraídas, digámoslo así, parece que intentan revelarnos el secreto de esos pueblecillos cuyo ornamento constituyen.

Esto supuesto, examinaremos las obras de Calderón, relativas á la historia, ó á las tradiciones de España, así por su mérito dramático, puesto que pertenecen á la serie de sus más notables composiciones, como también porque este análisis nos habilita para penetrar en lo más íntimo de la vida de la nación española en el siglo XVII, y porque es mucho más útil que los datos históricos para revelarnos las ideas y costumbres de esta época.

Sabe descubrirnos los abismos más recónditos del corazón; guiarnos por sus más ocultas sendas; revelarnos todas sus simpatías y antipatías; retratarnos todas sus modificaciones y estados de la manera más elocuente, con la particularidad de que los rasgos aislados de que se vale, constituyen una imagen completa y un individuo vivo y distinto.

Debes acordarte que fuimos nosotros quienes le ayudamos, lo enderezamos, y, en fin, hicimos todo lo que pudimos por él, y en vez de revelarnos la clave del secreto que descubrió, y lo colocó entre los hombres más ricos de Londres, se ha negado a hacerlo, a pesar de que sabía que iba a morir.

Conocía todos los secretos del fondo del agua; nos decía el nombre de hierbas y peces; podía distinguir en la arena ó el cieno movimientos imperceptibles á nuestras miradas y revelarnos dramas íntimos sólo por él visibles. Sus compañeros le creíamos anfibio, no defendiéndose apenas de nuestras acusaciones.

Hullin, frente a tan lúgubre espectáculo, permaneció clavado a la tierra y no podía apartar de él los ojos. Los grandes dolores humanos tienen el raro poder de fascinarnos; queremos ver cómo los hombres perecen, con qué cara afrontan la muerte; los mejores espíritus no se hallan exentos de esa horrible curiosidad. ¡Dijérase que la eternidad va a revelarnos su secreto!