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Y roto el silencio respetuoso que imponía la presencia de Salvatierra, hablaron muchos a un tiempo, para expresar sus dolores y sus cóleras. La comida era cada vez peor: los ricos abusaban de su fuerza, de aquel miedo que habían infundido y propalado. Únicamente en la época de la trilla les daban un guiso de garbanzos: el resto del año pan, sólo pan, y en muchos sitios, tasado.

Sentábanse ante el hondo plato, en el cual volcaba la madre el pucherete de los días de abundancia o un pobre guiso de patatas al final de la semana. Las ráfagas del invierno cubrían la comida de polvo y hojas secas. Cuando rompía a llover apenas volcado el puchero, la familia se refugiaba en un portal para engullir el resto de su pitanza.

Mira, Susana, que haces tan bien el guiso de pollo, ¿quieres enseñarme a hacerlo? Eso no os incumbe, señorita; quedaos en vuestros departamentos y dejadme tranquila en mi cocina. No surtiendo ningún efecto mis medios de corrupción, enderecé el fuego hacia otro punto. ¿Sabes una cosa, Susana? ¿Sabes que debes haber sido muy linda en tu juventud?

Si yo fuese blanda, el tío Polo no saldría nunca de aquí. Le tiene ley a lo que guiso... Y en cuanto a abundancia, ¡echa y no te canses! Todos los días hay rancho para un regimiento... ¡Y los chascos son buenos! A lo mejor, crees estar comiendo alubias, y te tropiezas con un pedazo de bisté.

Los almuerzos de Maltrana en casa del Mosco eran suculentos. El pagaba el pan y el vino, trayéndolo de una taberna cercana, mientras el famoso dañador ponía sobre la mesa un guiso de gazapos o alguna liebre cazada la noche antes. ¡A la salud de la real familia! exclamaba Isidro irónicamente . ¡Viva el monarca que mantiene a sus súbditos!...

También se puede hacerle un guiso de salsa blanca que se sirve en la salsera aparte y la anguila en otro plato. El zumo de limón es casi indispensable para este plato.

Sin saberlo, sin quererlo, ¡Dios mío! Lo que no impedirá que vayáis al patíbulo. ¡Dios mío! ¡Dios mío! Ya que habéis matado un hombre, matad una mujer, y nada os acontecerá. Pero ya os he dicho que no me atreveré nunca... ¡oh! ¡no! no tengo valor. No será necesario que la hiráis. No os entiendo. Un cocinero puede matar... ¡Ah! Con un guiso hecho por su propia mano...

Voy á contarlo mas que se ponga colorao... porque ... porque las cosas buenas deben decirse y las malas callarse... Han de saber ustedes que ése y yo hemos estado anoche en la Palma de Londillo á comer un guiso de almejas y unas aceitunas... ¡Vaya una noticia de importancia! dirán ustedes... Ya lo que nada tiene de particular; pero vamos al caso. El caso fué que nos marchamos sin pagar.

¿Y quién te ha dicho que las gallinas de tu casa no sufren horriblemente cuando se hace guiso de pollos? ¿O que los gatos de nuestros tejados no se sumergen en un mar de tristeza cada vez que nuestros fonderos ofrecen a sus clientes el «civet de liebre»?... ¿Sabes lo que sucede?... No adonde vas. A esto: los animales sufren lo mismo que nosotros, pero no les importa. Eso dices .

Por algo entra la ciencia en la novela de don Pío Baroja; pero entra como elemento o ingrediente para divertir y burlar. Aunque sea mala comparación, es como el aliño o la sal y pimienta del guiso. Alguien censura de desordenada o de casi sin pies ni cabeza la novela de que estamos tratando. Yo considero severísima y punto menos que infundada la tal censura.