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Ha sido un malvado fisiólogo que quería hacer con él un experimento... ¡Matadlo! ¡Matad a ese asesino!...Me ha robado mi nieto... Me ha robado el descubrimiento. ¡Matadlo! ¡matadlo! Después de este rapto de exaltación quedó tranquilo. Paseó con extravío sus ojos por la estancia, convirtiolos a su nieto, y su faz reflexiva se fue serenando poco a poco. ¡Es preciso! ¡es preciso! repitió sordamente.

Sin saberlo, sin quererlo, ¡Dios mío! Lo que no impedirá que vayáis al patíbulo. ¡Dios mío! ¡Dios mío! Ya que habéis matado un hombre, matad una mujer, y nada os acontecerá. Pero ya os he dicho que no me atreveré nunca... ¡oh! ¡no! no tengo valor. No será necesario que la hiráis. No os entiendo. Un cocinero puede matar... ¡Ah! Con un guiso hecho por su propia mano...

D. TELL. ¡Teneos, apartaos, villanos! SANCHO. Déjame tocar sus manos, Mira que soy su marido. D. TELL. ¡Celio, Julio! ¡Hola! Criados, Estos villanos matad. FELIC. Hermano, con más piedad, Mira que no son culpados. D. TELL. Cuando estuvieran casados, Fuera mucho atrevimiento. ¡Matadlos! SANCHO. Yo soy contento De morir y no vivir, Aunque es tan fuerte el morir. ELVIRA. Ni vida ni muerte siento.

Una porción de manos se agitaron en la oscuridad esgrimiendo terribles bastones y paraguas. Y de ambos grupos salió un coro de imprecaciones nada lisonjeras para la raza canina. La confusión y el desorden se apoderaron de todas las cabezas. Los pechos no respiraban más que venganza y exterminio. ¡Matad a ese perro indecente! gritó una voz dominando el tumulto.

Hubo un largo silencio; luego, de improviso, la anciana, poniéndose en pie completamente, con los brazos en alto, los cabellos erizados y la boca muy abierta, aulló de un modo terrible: ¡Valor! ¡, matad, matad!; ¡ah!, ¡ah! Y cayó pesadamente al suelo. Aquel espantoso grito despertó a toda la gente; los mismos muertos se hubieran despertado si lo oyeran. Los sitiados dijérase que renacían.

6 Matad viejos, mozos y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno; mas a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no llegaréis; y habéis de comenzar desde mi Santuario. Comenzaron, pues, desde los varones ancianos que estaban delante del Templo. 7 Y les dijo: Contaminad la casa, y llenad los atrios de muertos; salid. Y salieron, e hirieron en la ciudad.

17 Entonces dijo el rey a la gente de su guardia que estaba alrededor de él: Cercad y matad [a] los sacerdotes del SE