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Inmóvil y con ojos de malicia diabólica, esperaba a que el espada se acercase, sin dejarse engañar por el trapo rojo, tirándole siempre al cuerpo. Los estoques iban por el aire, sin lograr herirle, despedidos por los cabezazos.

De toda aquella fosca suciedumbre de cisco y de hierro surgían sin cesar cosas espléndidas: cascos de irisado pavón incrustados de oro purpúreo, rodelas de justa donde el amor mandaba inscribir un mote demasiado indeleble, dagas de forma sarracena que llevaban en la hoja un limpio nombre cristiano, estoques de gala para el Rey, espadas de provecho encargadas con impaciencia por capitanes de Flandes.

Luego lanzose de un lado y de otro desarmando y acuchillando. Hubiérase dicho que esgrimía en su mano un puñado de estoques. Hirió primero a un mozo de larga cabellera, metiéndole muy hondo la punta en el pecho. A otro, que pretendió intimidarlo agitando su alfanje, cruzole el rostro con veloz cuchillada.

Sus dagas, sus rodelas, sus estoques, sus armaduras, habían hecho tan famosa a Toledo como los concilios. Domingo de Aguirre, habiendo vuelto la espada, apoyaba ahora ambas manos en la suya y continuaba diciendo: ¿Qué mucho, señor, que las armas no sean ya lo que fueron, cuando vemos que la nación entera va camino de su perdición? Ramiro hizo un gesto de asombro.

Con tal motivo, encontrándose una noche en la calle de San Florencio don Pedro Miranda y don Feliciano Gómez, ambos embozados en sus carriks, con los estoques desenvainados, prevenidos para cualquier evento, don Feliciano le gritó a don Pedro desde lejos: ¡Eh, amigo, al arroyo! Phs, phs; sepárese usted contesta don Pedro.

Has de saber que es ultrajar a Dios y a los santos creer que con palitroques pasados por los pies de una imagen se curan las enfermedades, y que el romero guisado al compás de un credo sirve para hacer buen quilo. ¡Error, necedad, irreverencia, sacrilegio!... No veo en esta casa más que escándalo y profanación añadió colérico, revolviendo sus ojos y mirando las estampas que llenaban las paredes . ¿Qué significan estos retratos de toreros confundidos con los santos más venerables? ¿Qué significan esas muletas y esos estoques, banderillas y puyas, colocadas en pabellón y como al modo de ofrenda al pie de la Santísima Virgen? ¿Y esa cabeza de toro que tiene pendiente de cada cuerno un Niño Jesús de alcorza?... Mujer escandalosa, hasta en los adornos de esta casa se conoce que reinan aquí la profanación, el escándalo y el vicio.

Eran estocadas que apenas parecía sentir el animal. Su terror a ser cogido si alargaba el brazo le hacía quedarse lejos, hiriéndolo solamente con la punta de la espada. Unos estoques se desprendían apenas hundidos en la carne; otros quedaban fijos en el hueso, pero descubiertos en su mayor parte, cimbreándose con los movimientos de la fiera.

Y tuviste en la lira de Quintana ecos triunfales, resonancias bélicas de estoques y corazas y armaduras que son el timbre perennal de Iberia; en los versos broncíneos de Chocano, fragor de sordas cataratas épicas, algazara de pompas coloniales, rumor de besos y temblor de quenas.

Entre el confuso tropel de carruajes pasa una carretela donde lleva un matador a sus peones: en el pescante el criado muestra con orgullo los estoques y el lío de capotes, los diestros sonríen serenos, el sol arranca destellos a los bordados de las chaquetillas, la escolta de granujas forcejea por subirse a la trasera, y al desaparecer el coche deja tras un murmullo de admiración jamás inspirada por los hombres que mejor sirvieron a la patria... Luego cesan poco a poco el cascabeleo y los trallazos, hacia la Puerta de Alcalá se divisa una larga fila de simones que vuelven con el se alquila puesto, y la calle recobra su aspecto normal.

La decoración de la casa social tenía «carácter», como decía don José: altos zócalos de azulejos árabes, y en las paredes, de inmaculada nitidez, vistosos carteles anunciadores de antiguas corridas, cabezas disecadas de toros famosos por el número de caballos que mataron o por haber herido a un torero célebre, capotes de lujo y estoques regalados por ciertos espadas al «cortarse la coleta» retirándose de la profesión.