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Los príncipes y las princesas constituyen otros círculos menores. ¡Qué lindo! El palacio arde en pasiones. Intrigas, preferencias, luchas sordas por el favor real: los políticos y sus señoras andan de un círculo en otro, en competencia de predominio; unas veces arrimados a la reina, otras veces al rey, otras a los príncipes, según el giro de las influencias.

Aunque no era posible distinguirle todavía al través de la densa niebla, se adivinaba que iba acercándose rápidamente, por las sordas trepidaciones que conmovían el suelo... El temblor asustadizo de las hojas y de las ramas que el tren movía a su paso, llenaba el bosque de un misterioso murmullo.. Pronto apareció la poderosa máquina como surgiendo súbitamente de la niebla, la fila serpenteante de los vagones se dibujó en negro sobre los húmedos verdores y, con gemidos casi humanos, se detuvo el tren en seco ante la humildísima estación.

Era rumboso y en el calor de la amistad improvisada en la taberna, abría créditos exorbitantes a los taberneros, sus consumidores. Esto originó reyertas trágicas; hubo sillas por el aire, cuchillos que acababan por clavarse en una mesa de pino, amenazas sordas y reconciliaciones expresivas por parte del artillero; secas, frías, nada sinceras por parte de su mujer.

Juan Claudio se hallaba dominado por una de esas cóleras sordas que experimentan los hombres pacíficos cuando se les saca de quicio. ¡Desgraciado de aquel que le hubiese mirado con malos ojos en tal momento!

No conservo el recuerdo de las palabras, ni del asunto, ni del sentido de las frases; tan sólo que aquella singular exhalación salió de primero como simple ritmo, después con palabras rimadas, y que aquella medida interior se tradujo de repente no solamente por la simetría de las sílabas sino por la repetición doble o múltiple de algunas de ellas, sordas o sonoras, correspondiéndose y haciendo las unas eco a las otras.

Quédese todo ello para pintado al natural cuando nos veamos, y conténtate con saber ahora que cuando me vi enredada entre tanta visita y con la obligación de pagarlas una a una, y hasta con ciertas amenazas sordas de festivales solemnes y de reuniones particulares, me espanté como si toda la mar y toda la villa, hecha escombros, se me vinieran encima.

Los árboles y las plantas, poco acostumbrados á él, empezaban á sentirse sofocados y demandaban á las nubes, que pasaban volando sobre ellos, algunas gotas de agua; pero las nubes se hacían las sordas y seguían inflexibles su camino por el espacio. Los frutos comenzaban á amarillear; los riachuelos se secaban dejando al descubierto su lecho de guijarros que los rayos del sol tornaba blancos.

Francisca, que tiene para cada cual su frase picante, exclamó un día dirigiéndose a Paulina: Lo que tienes no son ojos, sino linternas sordas... La frase ha hecho fortuna y es corriente, cuando se habla de Paulina, el decir, para distinguirla de su prima del mismo nombre, «la de las linternas sordasSu madre lo sabe y es la primera en reírse. Linternas de 10.000 pesos exclamó.

En fin, después no encuentra más que almas sordas y refractarias; la amistad le olvida, el amor le hace traición, la sociedad le rechaza; se da cuenta de que todos los lazos están a punto de romperse: se rompen en efecto; ¡y, dichoso él si también cede a esta hecatombe! Desde entonces no veo más que egoístas que han conseguido insensibilizar su corazón y entusiastas que lo agotan en quimeras.

Todo ser viviente había buscado un refugio contra el furor de los elementos y no se oía sino el lúgubre dúo del mugir de las olas y del bramido del huracán. Las plantas de la dehesa doblaban sus ásperas cimas a la violencia del viento, que después de azotarlas, iba a perderse a lo lejos con sordas amenazas.