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Buen jugador, buen comensal y magnífico bebedor; gran fumador, inteligente en pintura y bastante buen jinete para ganar un steeple chase, pero demasiado juicioso para arriesgar su fortuna en un caballo de carrera o en una cuadra; indiferente a los libros nuevos, despreocupado en política, prestamista fácil para los que le podían devolver el préstamo, generoso a veces para los pobres, muy sociable, de una cortesía caballeresca con las mujeres, era amable y bueno como todos los egoístas inteligentes.

En suma, un gran señor y un artista de exquisita sensibilidad, al mismo tiempo que un soldado. El conde no podía admitir el silencio de Desnoyers. Era su comensal, y creyó del caso hacerle hablar para que interviniese en la conversación. Cuando don Marcelo explicó que sólo hacía tres días que había salido de París, todos se animaron, queriendo saber noticias.

Y sucedió lo que yo estaba temiendo rato hacía, por lo que había ido observando alrededor de la lumbre y en los trajines de la repolluda cocinera; que la cena dispuesta en honor mío era para servir de espanto más que de tentación y de consuelo a un comensal de mis tragaderas, hecho y avezado a las sabrosas parvidades de la cocina mundana.

Este ruido sacó al otro comensal de su ensimismamiento: era el gitano. ¡Francia, Blasillo! palabra ¡es un digno país! ¡País de hospitalidad! dijo Blasillo apurando un segundo vaso de champaña. El gitano miró, inclinó la cabeza hacia atrás recostándola sobre los cojines del diván, y soltó una carcajada. Y de la libertad continuó Blasillo en el mismo tono.

Además de estos gustos que a la relación con Miranda debía, esponjábase el buen viejo que ya sabemos cuán poco tenía de filósofo cuando le encontraban las gentes mano a mano con tan bien portado caballero, íntimo del gobernador y familiar comensal de las gentes más encopetadas de la ciudad.

Cada comensal tenía frente a cinco o seis copas, que dos criados se encargaban de ir llenando sucesivamente de diversos vinos, según los manjares que se servían. A nadie sorprenderá, pues, que al terminarse la comida hubiese brindis entusiastas, precedidos de discursos elocuentísimos y acompañados de gritos, bravos y felicitaciones de todo género al orador.

Ya no es el ceremonioso coronel que besaba manos viejas y nobles en los salones de juego y asistía como inevitable comensal á los almuerzos de todas las familias linajudas de paso en el Hotel de París. Nada recuerda en su persona los levitones forrados de terciopelo, los sombreros de seda blanca y demás esplendores de su elegancia original.

Tres saleros a guisa de centro de mesa campeaban en medio del mantel, los cubiertos estaban colocados con descuido, las botellas en fila una tras otra, mientras que el único botellón del agua hallábase colocado de tal modo que cada comensal tenía seguramente que dislocarse para alcanzarlo, puesto que la mesa era enormemente ancha.

Entretanto, el joven había tomado pie del dicho de misia Casilda, para fundar sus teorías gastronómicas y anonadar con sus invectivas a la humilde cocina casera... mucha grasa, mucho aceite y ningún aparato; una fuente que se presenta en la mesa sin adorno, es como un comensal que se sienta en mangas de camisa. La señora empezó a toser, a causa del humo del cigarro; daban las siete.

Serás mi comensal, mi amigo inseparable, mi otro yo. ¿Quieres vivir, Romagné, para ser un segundo yo? No, no; ya que he comenzado a morir, lo mejor es acabar cuanto antes. ¡Ah, pedazo de alcornoque! ¡Voy a contarte, animal, el destino que te aguarda!