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Delenda est Carthago, querrá usted decir. Eso es: dilenda ó calenda, lo mismo da dijo el del café. ¡Pues ese oficialito tiene unas tragaderas! Me comió dos empanadas de conejo como dos ruedas de molino.

Ya me lo figuro. ¡Y que no serán cortos de tragaderas los curánganos de San Sebastián, compañeros y amigos de tu D. Romualdo! Todo lo que le diga es poco. Cuéntame: ¿qué les has puesto? preguntó ansiosa la señora, que gustaba de saber lo que se comía en las casas ajenas . Ya estoy al tanto. Les harías una mayonesa. Lo primero un arroz, que me quedó muy a punto. ¡Ay, Señor, cuánto lo alabaron!

Estaba pobre, había sido muy desgraciada... , , me han dicho que es muy corrida. Tienes buenas tragaderas afirmó doña Lupe con crueldad. No haga usted caso... los hombres son muy malos. ¿No conviene usted conmigo en que los hombres son muy malos? Y dígame usted ahora. ¿No es acción noble traer al buen camino a una alma buena que se ha descarriado?

¿Con vinagre son los conejos? dijo un soldado , pues gracias á que nosotros somos gentes de buenas tragaderas, pero cuida que lo del vinagre no entre en parte con el vino. Tinto de Valdepeñas voy á traeros, que no lo bebe mejor ni aun tan bueno el papa. Tienes razón, porque el papa lo bebe de otra parte. Pero pasemos adelante. En una habitación del piso alto estaban el alférez Saltillo y Velludo.

Todo el empeño de don Juan estribaba en persuadirse de que el tal matrimonio le tenía sin cuidado, a pesar de lo cual la hipótesis iba tomando amarga intensidad de torcedor. ¿Lo habría callado todo, engañando a un hombre o, por el contrario, le confesaría su pasado? Si lo primero, era infame y despreciable; si lo segundo, necia y sinvergüenza por unirse a quien tales tragaderas tuviese.

Tienen tantas tragaderas como las ballenas.... Yo los compraría de buena gana figurados, de cera o de cartón, y harían el mismo efecto.... Calla, calla, Antonio; no empieces a soltar disparates. Cualquiera que te oyese te juzgaría un hereje, y gracias a Dios no lo eres.

Pero por más que la han buscado, nadie la ha visto; y es una providencia de Dios que así sea, pues si toparan con ella, poca tracamundana se armaría en el mundo, puesto que no quedarían a vida ni cerraduras, ni cerrojos, ni cadenas, ni aldabas. ¡Las cosazas que se engulle José, que tiene unas tragaderas como un tiburón! dijo riéndose Manuel.

Y sucedió lo que yo estaba temiendo rato hacía, por lo que había ido observando alrededor de la lumbre y en los trajines de la repolluda cocinera; que la cena dispuesta en honor mío era para servir de espanto más que de tentación y de consuelo a un comensal de mis tragaderas, hecho y avezado a las sabrosas parvidades de la cocina mundana.

La antigua Bilbao de los comerciantes y los marinos, que aún no conocía el valor del hierro, era más feliz, con la paz de un trabajo lento y ordenado y la llaneza fraternal de sus costumbres, que la villa moderna, con sus improvisadas fortunas, sus ostentaciones locas y aquella riqueza disparatada y rápida que apenas si dejaba en el país rastros beneficiosos de su paso, perdiéndose en las obscuras tragaderas del intruso negro, aparecido en la hora suprema de la fortuna para sentarse al lado de los favoritos de la suerte, ofreciéndoles el cielo á cambio de una participación en el botín.

Figúrate si con esas tragaderas estarás bien dispuesta para el amor». Después de esto y mientras Fortunata se comía una cantidad inapreciable de pasas y almendras, cogiéndolas del plato una a una y llevándoselas a la boca sin mirarlas, el bondadoso anciano siguió sus habladurías con cierto desconcierto, y como desvariando.