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Está como Dios le ha hecho. Bebe y confórtate con él, y cuéntame luego lo que tengas que contar. Bebo al buen éxito de mis planes, contestó el Comendador, apurando el vino de su caña. Así sea, si Dios lo quiere, replicó el fraile, bebiendo también, y se dispuso á atender á don Fadrique con sus cinco sentidos. La celda no tenía mucho que llamase la atención.

¡Tiña, á cuéntame del otro mundo, que de éste no tengo ya que aprender...; y si Patuca sabe mucho, yo más que él. Yo lo que veo es que con un papeluco emborronao nos quiso tapar la boca. Miá cómo no estipuló el tanto más cuanto de la cosa, mano á mano como se debía.

«Ya ves dijo Isidora, sin saber qué términos emplear para dar una explicación de su estado miserable . Ya ves a dónde me han traído las picardías, las infamias de nuestros enemigos... Para que vayas formando idea de lo que es este mundo miserable, donde no hay justicia, ni ley... Y , ¿qué has hecho? Cuéntame. ¡Has estado malo! ¿Ves?

Bien, pues ahora cuéntame un cuento, si deseas que me esté quieto. Ya le he contado todos los que . Rebusca en la memoria. ¿Quiere que le cuente el cuento de La buena pipa? No; ése no contestaba riendo. ¿Entonces quiere que le cuente el de aquel pastor que tenía la pierna hinchada, tan pronto se le hinchaba como se le deshinchaba? Tampoco.

¡Reina! exclamó el cura, golpeando el suelo con el pie. No os enojéis, os ruego, mi querido cura; tranquilizaos, no mataré a mi tía, tengo otro medio de vengarme. Cuéntame eso dijo el excelente hombre apaciguado ya y dejándose caer sobre un canapé. Yo me senté a su lado. Bueno. ¿Habéis oído hablar de mi tío de Pavol? , por cierto. Vive cerca de V * Muy bien. ¿Cómo se llama su propiedad?

Cuéntame cuántos hijos tienes... ¡Porque debes tener muchos hijos! ¡Papá! protestaba Chicha, que siempre andaba cerca, temiendo las malas enseñanzas del abuelo. ¡Déjate de moler! gritaba éste, irritado . Yo lo que me digo. La paternidad figuraba inevitablemente en todas sus fantasías amorosas. Estaba casi ciego, y el agonizar de sus ojos iba acompañado de un creciente desarreglo mental.

Tan de firme creía en la santidad de D. Luis y en su misticismo. ¡Me quiere! dijo otra vez Pepita, contestando a aquella incrédula mirada. ¡Las mujeres son peores que pateta! dijo el vicario . Echáis la zancadilla al mismísimo mengue. ¿No se lo decía yo a Vd.? ¡Yo soy muy mala! ¡Sea todo por Dios! Vamos, sosiégate. La misericordia de Dios es infinita. Cuéntame lo que ha pasado.

A ver, preciosa, cuéntame la historia de Pulgarito, o dime cuántos ríos tiene la República Argentina. A pesar de los temores del padre, la meningitis no vino; Susana creció, como un lirio, y a los diez y ocho años era una mujercita en la que todas las promesas de la niña habían madurado, a pesar del ambiente poco favorable en que la planta se desarrollara.

Juan Jerez iba antes algunas veces a casa, antes de que yo saliese del colegio; ¿verdad? Cuéntame, que lo conoces. Yo que él se va a casar con Lucía, aunque ella no me habla de él nunca; pero a me gusta hablar de él. A Lucía no me atrevo a preguntarle, como ella no me dice...

Estoy bien; pero me he desvelado; no tengo sueño. Si no lo tienes tampoco, cuéntame algo. A ver dime a dónde fuiste esta mañana. A contar los frailes, que se ha perdido uno. Así nos decía mamá cuando mis hermanas y yo le preguntábamos dónde había ido. Respóndeme al derecho. ¿A dónde fuiste? Jacinta se reía, porque le ocurrió dar a su marido un bromazo muy chusco.