United States or Philippines ? Vote for the TOP Country of the Week !


Volvió a sentir aquella angustia opresora que hinchaba poco a poco su pecho y que amenazaba ahogarle. Dejó de existir Obdulia y cuanto tenía a su alrededor. No quedó en el Universo más que su pensamiento frente al gran problema del conocer. Aquélla, que le observaba atentamente, no se atrevió en mucho tiempo a turbar su éxtasis.

El era un guerrero, un capitán, y al celebrar cada chiste lento con una risa que hinchaba su robusta cerviz, creía estar en el vivac entre sus compañeros de armas.

Bien, pues ahora cuéntame un cuento, si deseas que me esté quieto. Ya le he contado todos los que . Rebusca en la memoria. ¿Quiere que le cuente el cuento de La buena pipa? No; ése no contestaba riendo. ¿Entonces quiere que le cuente el de aquel pastor que tenía la pierna hinchada, tan pronto se le hinchaba como se le deshinchaba? Tampoco.

Pero de pronto la institución empezó a crecer; se hinchaba y cundía como las miserias humanas, y sus necesidades subían en proporciones aterradoras. La dama pignoró los restos de su legítima; después tuvo que venderlos. Gracias a sus parientes, no se vio en el trance fatal de tener que mandar a la calle a los asilados a que pidieran limosna para y para la fundadora.

La noche era buena; noche de verano, con estrellas a granel y un vientecillo fresco algo irregular, que tan pronto hinchaba la gran vela latina, hasta hacer gemir el mástil, como cesaba de soplar, cayendo desmayada la inmensa lona con ruidoso aleteo.

Soledad se puso aún más pálida. Y dejando escapar la cólera que hinchaba su corazón desde el principio de la entrevista, profirió con voz alterada: ¿Sabes lo que te digo, Manolo?... Que hagas el favor de dejarme en paz.

Y en vez de descansar, volvía a hervir con un fuego mayor, se hinchaba con un burbujeo loco, absurdo, el más extraordinario, atrevido e insolente que consigna la Historia.

Cuando acababa de surgir entera e imperiosa la brutal decisión entre las continuas fluctuaciones de su carácter débil e irresoluto, oyó voces en el camino, e incorporándose vio venir a Leonora seguida de las dos labriegas con el busto encorvado sobre las pesadas cestas. ¡También aquí! exclamó la artista con una risa que hinchaba su garganta de suaves estremecimientos. Usted es mi sombra.

Le llamaban el Cantó, como a todos los que en la isla cantan versos nuevos en bailes y serenatas. Era un mozuelo alto, paliducho y estrecho de hombros, un atlot que aún no había llegado a los diez y ocho años. Al cantar, tosía y se hinchaba su frágil cuello, arrebolándosele el rostro, de una blancura transparente. Sus ojos eran grandes, ojos de mujer, con el lagrimal de color rosa muy saliente.

Y mientras se le hinchaba el pecho, hirviendo en colérica indignación, el grupo de abajo era cada vez más íntimo, y Baltasar y Josefina conversaban con mayor confianza, aprovechándose de que el público, impresionado por la muerte del espía infame que, al fin, hallaba condigno castigo a sus fechorías, no curaba de lo que pudiese suceder por los palcos.