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Cuando se le metía en la cabeza, en aquella cabeza como un puño, mal amasada, un bromazo como el que tenía proyectado, andaba inquieto, afanoso, lo mismo que el poeta o el pintor que tienen una obra entre manos. Después de varios días de machacar por él logró al fin, casi, casi, decidir al indiano.

A su aparición estalló una salva de toses y estornudos y gritos y aullidos. El indiano alzó la cabeza y paseó su mirada atónita por aquella muchedumbre descompuesta que le sonreía, sin comprender la razón. Tardó poco, sin embargo, en darse cuenta de que era víctima de un bromazo. Sus ojos se clavaron entonces feroces en el concurso, y exclamó con un desprecio que nada tenía de fingido: ¡Méndigos!

Comprendiendo Jacinta que no podía sostener más tiempo el bromazo, quiso recoger vela, y le incitó a que se durmiera, porque la conversación acalorada podía hacerle daño. «Tiempo hay de que hablemos de esto le dijo ; y ya... ya te irás convenciendo». Güeno replicó él con puerilidad graciosa tomando el tono de un niño a quien arrullan.

Era el capitán de todas las fechorías perpetradas en el colegio, de noche, burlando la vigilancia de los Padres, bien para hacer un escalo en la despensa y proveerse de víveres, bien para efectuar un bromazo, eligiendo por víctima a un desdichado novato sin experiencia.

Ya decidirían. Cosas muy crueles había de oír Jacinta aquel día, pero de cuanto oyó nada le causara tanto asombro y descorazonamiento como estas palabras que Barbarita le dijo al oído: «Baldomero está incomodado con tu bromazo. Juan le habló claro. No hay tal hijo ni a cien mil leguas.

Escribía clásicamente, leía novelas, era muy apasionado de las cosas aristocráticas, se sabía de memoria el Becerro, y tenía en la punta de la uña todos los linajes de España. Juzgue usted si ese santo varón era que ni pintado para sostener un bromazo que Tomás Rufete quiso dar a sus hijos. Esas historias, señor Nones dijo Isidora aparentando una firmeza que no tenía , nada me prueban.

Ante la suspensión de mi mente, Inés agrega con verba rápida: ¿No recuerda usted que, al irme, la dije que había un ciprés que me perseguía y que...? ¡, hijita! ¿Cómo no? Ahora caigo. Estaba trascordada. Me había olvidado, porque creí que era una broma tuya. , ... broma... no está mala broma. Bromazo ha resultado. Pero... vamos a ver: ¿Quién es el rey de los cipreses? ¿No lo sabe usted?...

Luego, yo he dicho la verdad, y la que falta ahora a ella, sin duda con muy buen fin, es mi señora tía. ¿Quién es aquí el cuerdo y quién no lo es?». Pues repito que eso del estado interesante es una papa dijo la viuda llena de confusión . Alguien ha querido darte un bromazo, que por cierto es de muy mal gusto. Yo le juro a usted que con nadie he hablado de este asunto, absolutamente con nadie.

Estoy bien; pero me he desvelado; no tengo sueño. Si no lo tienes tampoco, cuéntame algo. A ver dime a dónde fuiste esta mañana. A contar los frailes, que se ha perdido uno. Así nos decía mamá cuando mis hermanas y yo le preguntábamos dónde había ido. Respóndeme al derecho. ¿A dónde fuiste? Jacinta se reía, porque le ocurrió dar a su marido un bromazo muy chusco.

Las tres dormimos en una misma alcoba y charlamos bajito por las noches. ¡Ah! ¿Sabe usted lo que me ha dicho Inés? Que usted está enamorado. ¡Qué bromazo! Tal cosa no es verdad. , nos lo dijo, y aunque no me lo dijera... Eso se conoce. ¿Lo conoce usted? Al instante. En cuanto veo a una persona. ¿Dónde ha aprendido usted eso? ¿Lee usted novelas? Jamás. No las leo; pero las invento. Eso es peor.