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Isidora coloca las sillas con cierto orden, arregla las camas, quita el polvo. JOAQUÍN. Como quieras. El comer bien o el comer mal me es indiferente; pero, pues lo quieres, comamos bien, que nada se pierde en ello. No tengo un vestido decente que ponerme... ¿Pues y ? ¡Y a esto llaman vivir!... JOAQUÍN. La vida sin dinero es una enfermedad del cerebro, una fiebre galopante, una meningitis.

Me desperté, y volví a soñar: el tal salón de baile estaba frecuentado por los muertos diarios de una epidemia. El traje blanco de María Elvira era un sudario, y yo era la misma sombra de antes, pero tenía ahora por cabeza un termómetro. Eramos siempre La meningitis y Su Sombra. ¿Qué puedo hacer con sueños de esta naturaleza? No puedo más.

Estos síntomas constituyen una meningitis que, aunque sintomática, exige medios directos que no siempre son los de la fiebre en cuya finalizacion se les observa, como suele suceder en la fiebre tifoídea, en la exantemática, en la neumonía reumática, etc. El arsénico, sin embargo, puede estar indicado en el tratamiento de estas especies de meningitis. =B.= Fiebres intermitentes.

Aun en este período de congestion aguda, se usa la belladona en la meningitis y en muchas inflamaciones con ó sin fiebre. Si despues, los tejidos se alteran en su testura ó en su secrecion, y se forman derrames, falsas membranas, é induraciones, otros deben ser los medios que se elijan para combatir estas alteraciones.

Mazzini explotó a su vez: ¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora! Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus bocas.

Los fenómenos pútridos de las fiebres graves, traumáticas, ó que se presentan despues de una violenta sobreescitacion nerviosa propia de árnica, reclaman generalmente la cooperacion de otros medicamentos, como, por ejemplo, el opio que se asocia bien al árnica en ciertas meningitis, en las fiebres cerebrales.

Lo cierto es que había pasado la noche fatigada, y con buen dolor de cabeza. A la mañana siguiente, mayor quebranto, fiebre; y a la noche, una meningitis, con todo su cortejo. El delirio, sobre todo, franco y prolongado a más no pedir. Concomitantemente, una ansiedad angustiosa, imposible de calmar.

Además, sueño, sueño demasiado, y cosas por el estilo: Ibamos del brazo por un salón, ella toda de blanco, y yo como un bulto negro a su lado. No había más que personas de edad en el salón, y todas sentadas, mirándonos pasar. Era, sin embargo, un salón de baile. Y decían de nosotros: La meningitis y Su Sombra.

Y he aquí que la enferma, con su meningitis y su inconsciencia su incontestable inconsciencia murmura a nuestro amigo: Y cuando no tenga más delirio... me querrás todavía? Esto es lo que yo llamo un pequeño caso de locura, claro y rotundo.

No hay que hablar de morirse gritó el enfermo, á quien la posesión de los santos cuartos había despabilado y excitado cual si fuera una toma del estimulante más enérgico. ¿Qué es eso de morirse? Aquí no se muere nadie. D. Francisco, el niño no se muere. Pues no faltaba mas. ¿Qué tiene? ¿Meningitis?