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Y estuvo arrogante y oportuno, como en sus horas más felices, cuando se hallaba delante de mujeres que se proponía cautivar. Antonio llegó á dudar, viéndole tan despreocupado, si serían ciertas sus explicaciones y habría entrado allí por casualidad. Ni una sola vez volvió los ojos hacia Soledad, cerca de la cual estaba sentado; pero, sin mirarla, veía su semblante hosco y su entrecejo fruncido.

El zapatero es hombre de revolución, despreocupado, superior a las preocupaciones vulgares, y come tranquilamente a dos carrillos.

Ella, , es amable, es un modelo de dulzura; pero su amabilidad es la afectada mansedumbre del león, que hace sentir de vez en cuando el peso de sus garras; es pura compasión que nos dispensa. Pasemos de la aristocracia de la belleza a la de la cuna. ¡Qué amable es el señor marqués, qué despreocupado, qué llano! Vedle con el sombrero en la mano, sobre todo para sus inferiores.

Ese pensamiento fundamental es la muletilla de hombre despreocupado, que ve la muerte lejos, muy semejante al famoso Tan largo me lo fiáis de El Burlador de Sevilla, de que habla el señor Marqués, y expresada por Lope en La fianza, de esta manera: Que lo pague Dios por Y pídamelo después.

Y es de advertir que cuando de tarde en tarde visitaba Pepe Guzmán a la marquesa, lejos de tachar por extremado aquel celo de la madre, se le estimulaba con preguntas y advertencias que no suelen hacer los hombres corridos, por el bien del primer rapazuelo con quien topan. También se preocupaba mucho el despreocupado galán con los lodazales y las charcas.

Este episodio, que desenlaza el libro, inspira casi todo el tercer acto de «La bolsa ó la vida». Farjolle, tolerante escéptico, despreocupado, sostenido por la tenaz ilusión de que la fortuna ha de visitarle alguna vez, personifica toda la ética de su autor. El teatro de Alfredo Capus registra éxitos inmensos. No me extraña.

Además, aquel Cupido era el excéntrico de la ciudad, el bohemio despreocupado y mordaz a quien todo se toleraba; el hombre que se permitía tener cosas y hablar mal de todo el mundo sin que la gente se indignase.

Leto, después de una breve pausa, prosiguió: Yo no soy hombre de perfiles galantes; pero a mi manera, distinguir de colores; y por saberlo, tan pronto como tiré el clavel conocí que no debía de haberle tirado de aquel modo... ni de otro, por si usted lo había notado... y aunque no lo notara: siempre era una cosa muy mal hecha... El caso es que toda la tarde estuve preocupado con ello... porque, créalo usted, Nieves: un hombre, por despreocupado y modesto que sea, se resigna a pasar por bandolero antes que por ridículo delante de una mujer; y con esta preocupación, en cuanto pude, volví por el clavel: encontrele, y le guardé donde usted le ha hallado ahora, sin otro fin que reparar mi falta en lo posible y tener siempre conmigo la prueba de ello.

Y me iba con el pensamiento a las agrestes soledades de Tablanca, donde no existía un desocupado, ni un egoísta, ni un descreído, y había visto yo morir a mi tío abrazado a la cruz entre las bendiciones y las lágrimas de todo el pueblo. Esto sería triste y «obscuro» ante la consideración de un elegante despreocupado; pero era luminoso y grande a los ojos del buen sentido y de la conciencia sana.

Pues bien, , mi padre prosiguió; y trataba de hablar en tono fácil y despreocupado ; había un pequeño asunto entre Dunsey y yo; no tiene ninguna importancia más que para él y para . No vale la pena de mezclarse en las locuras de los jóvenes... eso no os hubiera perjudicado en nada, mi padre, y yo no hubiese tenido la mala suerte de perder a Relámpago. Hoy os hubiera entregado el dinero.