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Al despedirse de ellos tropezó con Mercedes la Cardenala, á quien no había vuelto á hablar desde la memorable noche en que Soledad fué á buscarle á su casa. Como el buen humor le retozaba en el cuerpo, se aventuró á detenerla, saludándola con afectuosa expansión. La muchacha, sorprendida de aquel arranque, estuvo fría, circunspecta y no dejó de mortificarle con algunas palabritas amargas.

Doña Juana, que era sencilla, pero no simple; modesta y dulce, pero no cobarde; callada y circunspecta, pero no torpe, se entró un día sola en el aposento del duque su esposo, tomó un pistolete y lo llevó á su aposento, después de cerciorarse de que estaba cargado. Doña Juana se había puesto en lo peor. Y como todo el que se pone en lo peor, había acertado.

Al cabo concluyó por reirse. ¡Pero esto es estúpido! ¿Qué mosca os ha picado? Y acercándose con decisión a Socorro, le dió un beso sonoro en la mejilla. Besémonos, hija, porque si no temo que a estos chicos simpáticos les un ataque de nervios. La Socorro le pagó el beso con otro más tímido, manifestándose reservada y circunspecta.

D. Protocolo, ¿usted por aquí? ¿Cómo está la señora doña Circunspecta? ¿Va usted al baile del barón de Simiringande? ¿Qué dice hoy la <i>Gaceta</i> de Pliquisburgo?... Eh... eh... exclamó D. Paco, queriendo contener la risa que le embobaba . Miren la mocosa cómo habla, haciéndose la señora mayor.

Es un verdadero palacio. Tiene efectivamente ese aspecto grave y majestuoso, esa gallardía reposada, casi circunspecta, de aquel género de arquitectura. Su historia, considerado como edificio, esto es, su historia de piedra, es muy breve. Considerado como una institucion social, como juego público, aquella historia es algo más larga y más difícil.

Dejémosla ir en paz, mientras nosotros, que estamos en todos los secretos, nos adelantamos a copiar aquí lo que Poldy había escrito, que era como sigue: «Irresistible impulso me lleva a escribiros sin conoceros. que me expongo a que me juzguéis poco circunspecta, muy atrevida y harto libre.

D.ª Marciala, más franca o más colérica, apenas quitaba los ojos de D. Narciso y D.ª Filomena, unos ojos escrutadores, inquietos, por donde pasaban de vez en cuando relámpagos de ira. En los centros de murmuración de la villa decíase que D.ª Marciala estaba enamorada del P. Narciso. Aunque esto no sea creíble, por tratarse de una señora que toda la vida se había manifestado muy circunspecta y religiosa, no hay duda que sus familiaridades con el clérigo podían dar lugar a torcidas interpretaciones entre la gente propensa a pensar mal del prójimo. Había casado ya tarde, cuando contaba más de treinta años, con D. José María, el boticario de la plaza.

Circunspecta por carácter y posición, no hablaba nunca más que para responder con breve urbanidad a las preguntas que se le dirigían, y obedecía, si no con paciencia, al menos con calma imperturbable las con frecuencia mortificantes órdenes y tiránicos caprichos de la baronesa: un imperceptible vertical pliegue entre los dos arcos de sus cejas, que se acentuaba algunas veces bruscamente, podía sólo dar testimonio de la secreta repugnancia que le causaba su casi servil situación.

En el viaje que hicieron desde Valencia a Lancia, la esposa se mostró tan fría, tan circunspecta y tan cortés al mismo tiempo, que D. Pedro no osó reclamar ninguno de sus derechos. En Lancia, ya sabemos por la voz pública, digna de creerse en este caso, lo que pasó. La negativa persistente, los desprecios infinitos con que le regaló por mucho tiempo, lejos de enfriarle, encendieron más su pasión.

Era tan circunspecta, que jamás dejaba traslucir este temor; y tan hábil sin arte, que nadie la acusaba de desdeñosa. Aunque no se bajaba al nivel de nadie, por una dulce, franca y generosa simpatía, procuraba elevar a las gentes a su nivel.