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Aquel día don Manuel sentía en el pecho un dolor agudo y persistente, un zumbido penoso en la cabeza.... ¿Iría a morirse ya? El hidalgo de Luzmela aseguraba que no tenía miedo a la muerte, que habiendo meditado en ella durante muchas horas sombrías de sus jornadas, no había salido de sus fúnebres cavilaciones con horror, sino con la mansa resignación que deben inspirar las tragedias inevitables.

Al leer ese relato, que parece una página arrancada al Infierno, de Dante, la mano busca inconsciente el puño de un revólver. ¡Oh! es ahí donde Schopenhauer habría podido maldecir la voluntad persistente y obstinada de vivir, que amarra al hombre a tales miserias.

No pocos críticos acusan a Tofail de panteísta; pero yo me atrevo a sostener, si bien con la timidez que mis escasos conocimientos me infunden, que Tofail está exento de panteísmo. La persistente realidad de cuantos seres hay en el mundo queda a salvo con su doctrina. Dios lo penetra todo, pero no se confunde con nada.

Importa, por último, tener en cuenta que, en estas historias profanas que llaman novelas, no conviene que sean los personajes como alegorías de virtudes o de vicios, sino que se tomen de la vida real, donde, por lo común, se advierte en ellos cierta mezcla de buenas y de malas cualidades, de vicios y de virtudes, de arranques sublimes y de flaquezas lastimosas, que es lo que constituye la verdad de los caracteres y lo que da a los personajes fingidos, si el estilo del autor es poderoso para tanto, más viva y persistente realidad que a los personajes históricos.

En cuanto a él, según me explicó, hasta cierto punto las había también llevado; pero se lisonjeaba de que no fuesen definitivas, porque Pepita le distinguía tanto, y le mostraba tan grande afecto, que, si aquello no era amor, pudiera fácilmente convertirse en amor con el largo trato y con la persistente adoración que él le consagraba.

Los hombres de guerra y de aventuras en todos tiempos, y más aún en el siglo XVI, no han pecado por lo cariñosos y suaves; y en dicha época había dos corrientes de sentimientos y de ideas que endurecían más sus entrañas: el fanatismo religioso de la Edad Media persistente aún, y el renacimiento pagano, que, al traernos las elegancias y los primores, las artes y las letras de la clásica antigüedad, nos trajo también no poco de su corrupción, de sus vicios, de sus pasiones sensuales y de su sed de deleites y bienes de fortuna.

Cuando volvió a Italia con su señor padre, se prendó de cierto reyezuelo de un pequeño Estado, tuvo con él frecuentes coloquios y le dio tan sanos consejos y le inspiró tan admirables leyes, que su ciudad, única en la historia, se enseñoreó de lo mejor del mundo y fundó hasta hoy el más persistente de los imperios. Ya comprenderás que hablo de Egeria, la ninfa inspiradora de Numa.

En el viaje que hicieron desde Valencia a Lancia, la esposa se mostró tan fría, tan circunspecta y tan cortés al mismo tiempo, que D. Pedro no osó reclamar ninguno de sus derechos. En Lancia, ya sabemos por la voz pública, digna de creerse en este caso, lo que pasó. La negativa persistente, los desprecios infinitos con que le regaló por mucho tiempo, lejos de enfriarle, encendieron más su pasión.

La burla fué pesada. Pero ¡Dios mío... si yo no podía sospecharlo! Aunque me lo hubieran asegurado mil y mil personas, no lo hubiera creído. Lo repito, no cabía en mi cabeza. Yo no comprendía arrepentimiento tan feroz y tan persistente, simultáneo casi con el pecado.

Tirando... tirando por este cuerpo pecador... ¡Válate Dios por el señorito Octavio!... ¡Válate Dios!... La risa persistente y las miradas del clérigo no despertaban en el joven una alegría muy íntima, aunque otra cosa quisiera aparentar. Vaya, vaya, vaya... lo que es ahora, señor conde, no se nos escapa usted tan pronto.